Se basa en ciertas concepciones y premisas incorrectas y distorsionadas acerca de la naturaleza humana, las cuales predominaron durante décadas en el pasado:
- La motivación primordial del hombre son los incentivos económicos (salario).
- Como estos incentivos están en manos de la organización, el hombre es un agente pasivo que requiere ser administrado, motivado y controlado por ella.
- Las emociones humanas son irracionales y no deben interferir el autointerés del individuo.
- Las organizaciones pueden y deben planearse de tal manera que el sentimiento y las características imprevisibles puedan neutralizarse y controlarse.
- El hombre es esencialmente perezoso y debe ser estimulado mediante incentivos externos.
- En general, los objetivos individuales se oponen a los de la organización, por lo que se hace necesario un control rígido.
- Debido a su irracionalidad intrínseca, el hombre es básicamente incapaz de lograr el autocontrol y la autodisciplina.
Dentro de esa concepción tradicional del hombre, la labor de administración se ha visto restringida al empleo y al control de la energía humana únicamente en la dirección de los objetivos organizacionales. Por consiguiente, la concepción de administración es la siguiente:
- La administración responde por la organización de los elementos de la empresa productiva -dinero, materiales, equipos y personal- en interés de los fines económicos.
- La administración también es el proceso de dirigir el esfuerzo de las personas, motivarlas, controlar sus acciones y modificar su comportamiento según las necesidades de la organización.
- Sin la intervención activa de la organización, las personas serían pasivas frente a las labores de la organización e inclusive se resistirían a ellas. Por consiguiente, las personas deben ser persuadidas, recompensadas, castigadas, coaccionadas y controladas, es decir, sus actividades deben ser, dirigidas. Esta es la tarea de la administración. Por lo general, esto se resume diciendo que administrar consiste en lograr que las personas hagan las cosas. Detrás de esta teoría tradicional, hay diversas creencias adicionales, menos explícitas pero muy difundidas:
- El hombre es negligente por naturaleza: evita el trabajo o trabaja lo mínimo posible y prefiere ser dirigido;
- Le falta ambición: no le gusta tener responsabilidades y prefiere verse libre de obligaciones;
- Es fundamentalmente egocéntrico frente a las necesidades de la organización;
- Es crédulo, no es muy lúcido, y siempre está dispuesto a creer en charlatanes y demagogos;
- Su propia naturaleza lo lleva a no querer los cambios, pues ansía la seguridad.
Para McGregor, estas presuposiciones y creencias todavía determinan el aspecto humano de muchas organizaciones en que se cree que las personas tienden a comportarse según las expectativas de la teoría `X’ negligencia, pasividad, resistencia a los cambios, falta de responsabilidad, tendencia a creer en la demagogia, excesivas exigencias de beneficios económicos, etc. Según McGregor, ese comportamiento no es la causa sino el efecto de alguna experiencia negativa en alguna organización.