Género

Contenido: Definición de género. Antecedentes antropológicos. Características y diferencias. Declaración  presentada  por  equidad  de  género por la ONU.

Objetivo: Al finalizar la competencia describirá los fundamentos teóricos del género, sin error.

Definición de género

Género, identidad generada por el rol sexual de las personas. Los términos género y sexo se utilizan a menudo indistintamente, aunque sexo se refiere de forma específica a las características biológicas y físicas que convierten a una persona en hombre o mujer en el momento de su nacimiento, y género se refiere a las conductas de identificación sexual asociadas a miembros de una sociedad.

A la edad de tres años los niños tienden a tomar conciencia de su género al adoptar determinados elementos culturales (juegos, ropas o formas de hablar) asignados a su sexo. Ya desde la cuna, los niños y las niñas son tratados de forma diferente: a las niñas se las suele vestir de rosa (un color considerado femenino) y a los niños de azul. Así que, incluso a una edad en la que resulta imposible distinguir la conducta femenina de la masculina, se considera importante que no se confundan sus géneros.

Dado que los roles de género varían según la cultura, parece que muchas diferencias de conducta entre hombres y mujeres están causadas tanto por la socialización como por las hormonas masculinas y femeninas y otros factores congénitos (véase Genética). A medida que más mujeres occidentales trabajan fuera de casa, la división de roles de género va variando, aunque de forma paulatina.

La conducta estereotipada asociada al sexo (agresión masculina y pasividad femenina) procede, al menos parcialmente, de los roles aprendidos durante la infancia: a los niños se les enseña que ‘los hombres no lloran’ y se les regala pistolas y coches, mientras que las niñas juegan con muñecas y casitas que les han regalado para que puedan imitar el rol típico de la mujer en el hogar.

Aunque cada vez hay más niñas que juegan con juguetes asignados anteriormente a los chicos, lo contrario todavía es poco común. Muchos chicos y chicas tienden a destacar sólo en aquellos campos de estudio tradicionalmente atribuidos a su género, lo que explica en parte el dominio masculino en muchas áreas como las ciencias o la ingeniería (a principios de la década de 1990, las mujeres españolas que cursan estudios superiores son mayoría, pero sólo una minoría elige una carrera técnica).

Estos factores son importantes argumentos en la lucha del movimiento feminista por la igualdad de las personas de ambos sexos, sea cual sea su identidad de género.

Las personas cuya identidad de género difiere de su sexo biológico (véase Transexualidad) suelen recurrir a veces al cambio de sexo.

Aunque nuestra cultura tiende a polarizar las identidades de género para hacerlas coincidir con las dos formas sexuales de nuestra especie, es preciso tener en cuenta que el género es un fenómeno complejo no reductible, en modo alguno, a dos únicas identidades (hombre y mujer).

Antecedentes antropológicos

Uno de los estudios antropológicos pioneros que abordaron la temática en las ciencias sociales es el de Margaret Mead, quien en 1935 pública Sexo y temperamento en tres sociedades primitivas en donde describe los roles sociales y características del comportamiento de varones y mujeres en tres sociedades de Nueva Guinea: los Arapesh, los Mundugumor y los Tchambuli (ahora Chambri).

Antecedentes antropológicos

Las dos primeras tienen en común que no existen diferencias sociales entre varones y mujeres.3

Mead describe a los Arapesh como apacibles, cariñosos y atentos con la crianza de los niños, la cooperación y la ayuda al prójimo. Tanto varones como mujeres demuestran gran interés por lo erótico siempre y cuando éste se relacione con un profundo afecto. No existe tampoco presión social en lo referente a la ocupación de varones y mujeres. La única tarea que todos deben cumplir es el cuidado de los niños.

Entre los Mundugumor tampoco hay diferencias sociales entre varones y mujeres. Todos los miembros adultos de la comunidad son agresivos, desconfiados y crueles, con una sexualidad violenta y rápida. Las madres no desean tener sus hijos y cuando los tienen no son afectuosas con ellos. La elección de pareja la realizan tanto varones como mujeres.

En la sociedad Tchambuli sí hay roles diferenciados. Las mujeres son dominantes, tienen un trato impersonal pero continuo con los demás. Ellas se ocupan de la pesca, la fuente de alimento por excelencia de la cual depende la supervivencia del grupo.

También se dedican a la manufactura de mosquiteras que, junto al pescado, son intercambiados por otros productos. Este intercambio es realizado por los varones. Ellos son emocionalmente dependientes de sus mujeres, se dedican al arte, la confección de vestidos y el maquillaje utilizados en las danzas rituales a los que las mujeres asisten de espectadoras.

La actividad de intercambio de la producción de las mujeres es una ocasión donde ellos visten sus mejores galas. La casa, la familia y la esposa es nominalmente del varón, aunque no tiene real poder de decisión.

La importancia del trabajo de Mead reside en que demostró que no existe correspondencia natural estricta entre sexo y temperamento y que lo hizo en una época en la Antropología daba esta correspondencia por supuesta.

Características y diferencias

Durante el desarrollo prenatal la liberación de testosterona (hormona que predomina en los varones) influye en el desarrollo del hemisferio izquierdo que se relaciona con las habilidades del pensamiento racional, práctico y lógico, funciones que se vinculan con los hombres, mientras que lo relacionado al hemisferio derecho que va ligado a la parte sensible y artística se asocia con la mujer.

Características y diferencias

El cerebro de cada sexo es distinto, en el de las mujeres permanece el callo cerebral conectando los dos hemisferios, lo que facilita que se pueda desempeñar más de una actividad a la vez, como manejar y maquillarse que, aunque no es lo más recomendable, es muy común.

Esto responde a organizaciones ancestrales: las mujeres prehistóricas se quedaban en el campamento mientras los hombres prehistóricos salían a cazar, ellas tenían que cuidar el fuego, a los niños, recolectar frutos y desarrollar la comunicación, todo a la vez.

En el proceso de la evolución el cerebro femenino tuvo que adaptarse a poder combinar actividades mentales, físicas y de percepción. Mientras tanto, el hombre que salía a cazar tenía que poner toda su atención en su presa, mantenerse silencioso, concentrado… como cuando miran la televisión y no pueden atender ninguna otra cosa.

La evolución de la especie influyó en nuestros cuerpos y nuestros cuerpos influyen en nuestras conductas, las mujeres son más suaves, empáticas, sensibles, tendientes a la protección; mientras que los hombres son proveedores, persistentes, duros, tendientes a la actuación.

Ahora ya no tenemos que cazar nuestra comida o cuidar el fuego para que permanezca encendido, pero tenemos otros desafíos como mantener un empleo, conducir por esta complicada ciudad o llevar a nuestros hijos a la escuela; todas estas responsabilidades siguen siendo compartidas y la sociedad nos ha impuesto roles para poderlas manejar.

Declaración presentada por equidad de género por la ONU

Declaración  presentada  por  Equidad  de  Género:  Ciudadanía, Trabajo y Familia, organización no gubernamental reconocida como entidad consultiva por el Consejo Económico y Social. El  Secretario  General  ha  recibido  la  siguiente declaración, que se distribuye de conformidad con lo dispuesto en los párrafos 30 y 31 de la resolución 1996/31 del Consejo Económico y Social.

Estrategias  para  la  erradicación de la pobreza con una perspectiva de género

No  puede  haber  desarrollo  sin  igualdad. La erradicación de la pobreza solo es  posible con un enfoque global que integre plenamente una perspectiva de género. La  división del trabajo en función del sexo define un orden estructural social en el que  se reproducen las desigualdades, y toda estrategia para superar la pobreza debe  tenerlo en cuenta.

Declaración presentada por equidad de género por la ONU

México es un ejemplo paradigmático, que muestra la necesidad de  promover estrategias diferenciadas para mujeres y hombres en materia de empleo,  estructurado o no estructurado, y la importancia de tomar en  consideración  el  trabajo no remunerado de las mujeres, en actividades como las labores domésticas y la atención de otras personas.

Según  el  Instituto  Nacional  de  Estadística y Geografía, en la fuerza de trabajo  del país hay 60 mujeres por cada 100 hombres. El bajo nivel de representación de  las mujeres en la fuerza de trabajo tiene  consecuencias  tanto  a  nivel  estructural como personal, ya que la falta de acceso a los recursos económicos perpetúa los  ciclos de pobreza endémica y limita la autonomía de las mujeres.

México también tiene una de las mayores diferencias del mundo entre los sueldos de las mujeres y los de los hombres (36,1%). Además, se suele contratar a las mujeres por menos horas que a los hombres, con lo que tienen menor acceso a las prestaciones de protección social.

De  acuerdo  con  las  más  recientes  encuestas de uso del tiempo, las mujeres  mexicanas dedican 37,1 horas por semana a actividades no remuneradas como  labores domésticas y atención a  otras personas, mientras que los hombres solo  dedican 10,8 horas. El valor de este trabajo en 2009 era equivalente al 21,8% del  producto interno bruto de México (PIB). Las actividades de cuidado de niños  constituyen una parte significativa del trabajo doméstico y de atención que realizan las mujeres.

Según datos de 2009, el 39% de la población participa en el cuidado de  los niños de 1 a 5 años. De este porcentaje, el 74% son mujeres y el 26% hombres.  Cabe señalar que la cantidad de tiempo que las mujeres dedican al cuidado de los niños no varía significativamente cuando trabajan fuera del hogar.

Para  aumentar  el  porcentaje  de  mujeres en la fuerza laboral, y por lo tanto su acceso a los recursos económicos, las mujeres deben ser capaces de disminuir la cantidad de tiempo que dedican a actividades no remuneradas de tipo doméstico y de atención de otros. Esto implica que tanto los hombres como el Estado mexicano deben asumir una mayor responsabilidad en esas actividades.

El  marco  de  los  Objetivos  de  Desarrollo del Milenio no es suficiente para  abordar las causas estructurales de la discriminación de género y promover el  crecimiento económico inclusivo, sostenible y equitativo. Los gobiernos deben  asumir la responsabilidad de garantizar la atención de las personas dependientes en  la sociedad, incluidos los niños, los ancianos y los enfermos, y debe poner en  marcha programas para promover la igualdad de género dentro de los hogares y  garantizar que los empleadores públicos  y  privados  promulguen  políticas  que  favorezcan la participación masculina en las actividades domésticas y de atención  de personas.

En  2005,  Equidad  de  Género:  Ciudadanía,  Trabajo  y  Familia  colaboró  en  la  composición del Índice de Compromiso Cumplido Latinoamericano. De acuerdo  con ese índice, en 2003, México había cubierto el 77,5% de los objetivos generales  de igualdad en el ámbito de la autonomía económica y la pobreza, aunque con un  crecimiento inferior al 2% durante el período comprendido entre 1995 y 2003. A ese  ritmo, las mujeres alcanzarán la igualdad económica dentro de 120 años. Las  mujeres mexicanas no pueden esperar tanto tiempo.

Fuentes: Enciclopedia encarta / Wikipedia.org / esmas.com / equidad.org.mx