Tres fenómenos nuevos, de carácter universal, impactaron sobre nuestras realidades nacionales. Sobre el ámbito de realización de la democracia representativa alternando el margen de maniobras de los responsables políticos y exigiendo cambios en la estructura y en el funcionamiento del Estado-nación. Además, el mundo que vivimos busca un nuevo orden que sustituya al de la postguerra, caduca a partir de la caída del muro de Berlín.
Nos amenazan nuevos conflictos que Samuel Huntington define como choque de civilizaciones. No hay bipolaridad, pero tampoco un nuevo equilibrio. Tenemos que avanzar en su creación, atendiendo a las nuevas realidades y a lo s nuevos desafíos. Podríamos, contraponer a la realidad de una economía global, la necesidad de un “progreso global”, entre regiones del mundo y dentro de cada región, entre los seres humanos.
Un regionalismo abierto, política económica y comercialmente, es lo que más acerca, internacionalmente, a una respuesta adecuada a este desorden que genera un mal llamado multi-lateralismo puro. ¿Unión Europa, Mercosur, Grupo de lo s Tres, Alea? Por ahí va la respuesta. Hay que redefinir Naciones Unidades, su consejo de Seguridad y sus organismos. También hay que pagar las cuotas para exigirle un buen funcionamiento. Al Fondo Monetario y al Banco Mundial les falta una pata para recuperar el equilibrio. La que perdió a comienzos de los setenta, abandonando al patrón, hay que volver a encontrarla. De lo contrario, la crisis financiera, de imprevisibles consecuencias, se seguirán produciendo.