Del fenómeno de la mundialización, lo que más llama la atención, y algunos de mis colegas responsables políticos lo comprenderán muy bien, no es tanto el crecimiento del conocimiento mundial. Hay nuevos protagonistas. Pero en términos globales el comercio mundial crece en una medida de 4% anual. En intercambio de servicios, de mercancías o de inversiones productivas, un crecimiento similar se vivió antes de la Primera Guerra Mundial, aunque los actores fueran otros. No es nuevo. Lo nuevo es el crecimiento de los movimientos de capital, de dinero que busca dinero.
De dinero que busca dinero y, sobre todo, de dinero caliente, circulan entre 1.3 y 1.4 billones (millones de millones) de dólares cada día por los mercados de cambio. Un país como España tiene 60, 000 millones de dólares de reserva de divisas para defender su moneda frente a algún movimiento especulativo. Si la cola de ese potente huracán que circula cada día, veinticuatro horas del día, por los mercados de cambio, pasara un día por mi país, sólo rozarlo significaría la liquidación de nuestras reservas de divisas en media hora de entretenimiento. ¡Tanta reserva de divisas para defender la estabilidad cambiaría y la potencia de nuestra moneda, símbolo de nuestra soberanía!