El acierto de un buen infográfico está en la compacidad y la densidad: Que pueda ofrecerle al lector de afán la seguridad de captar en una sola plana los datos escritos y las imágenes representativas del hecho noticioso, o del tema que esté relatándose, sin que sobren ni falten elementos.
Y la gracia reside en el dinamismo: Al lector puede quedarle la sensación de que está viendo textos y gráficos en movimiento. Esto se logra, en la realidad, en las ediciones digitales, donde son frecuentes los infográficos animados y sonoros.
En la infografía se incorporan no pocos componentes del lenguaje televisual y en particular del teleperiodismo. Para la elaboración del boceto de una infografía se requiere un guión en algo parecido al de un noticiario de televisión.
En un principio había reservas y se pensaba que una infografía sólo tendría la condición de recurso complementario de la información convencional. Sin embargo, ha cobrado autonomía y entidad tales que bien puede llegar a catalogársele como un género periodístico independiente.
No obstante, una infografía no resuelve todas las preguntas que pueden gravitar sobre un determinado suceso, ni colma las expectativas de conocimiento e interpretación de los lectores.
La infografía sí debe proporcionar respuestas a las interrogaciones básicas que le dan sentido a la historia periodística, en primer lugar en la modalidad simplificada de la noticia. Pero no debe creerse que basta con escribir, graficar y diseñar una buena infografía para que dejen de ser necesarias las narraciones periodístico-literarias y las fotografías testimoniales.
Más todavía, periodista y diseñador deben formar un equipo que trabaje en procura de la finalidad primordial de informar, sin que ninguno de los dos desdibuje sus propias competencias. Ambos comparten la responsabilidad de indagar, de buscar datos y testimonios, de hacer exploraciones de campo.
La formación del nuevo periodista entraña también la comprensión de las novísimas formas de lectura, que incluyen la de imágenes. Pero sin desdeñar la vocación y la práctica inherentes al escritor-periodista, tanto para dar noticia de los hechos como para ayudar a interpretarlos, narrarlos, describirlos y escenificarlos con realismo, destacar el protagonismo e ilustrarlos con adecuadas imágenes de apoyo.
¿Influye la infografía en el deterioro del lenguaje periodístico y en el desplazamiento progresivo del texto?
¿Puede el periodista ser sustituido por un infografista hábil y recursivo?
¿El infográfico privilegia el sentido estético sobre el criterio informativo y por consiguiente puede causarle una disminución capital al periodismo?
¿La infografía puede convertirse con el tiempo en un bumerán que se devuelva para golpear el buen periodismo y restarle capacidad expresiva y competencia comunicativa?
Son cuestiones de teoría, de metodología, del quehacer diario y, por qué no, de ética profesional, que se mantienen en discusión. Lo cierto es que la infografía ya está consagrada como nueva forma de narrar.
En estos días llegó un informe más de los que vaticinan que el periodismo impreso tiene los días contados, lo que viene diciéndose desde hace un siglo. En este último dice que durará veinticinco años.
También a la radio se le pronosticó la extinción cuando apareció la caja mágica y a esta cuando surgió la internet.
Con todo, sería una insensatez omitir la innovación, tanto en los conceptos como en la metodología de trabajo y la utilización apropiada de los recursos técnicos, para encontrar formas expresivas que no sólo se consideren tablas de salvación sino opciones de permanencia de los periódicos en la esfera de lo social y lo público, en el escenario competitivo y en los hábitos de los lectores. Y una de ellas es la infografía.
Fuente: Apuntes de La Infografía de la U. de Londres