En este período la industria audiovisual estadounidense (cine, música, televisión) domina el resto del mundo asociándose con productoras locales y regionales que le permiten una mayor permeabilidad de sus productos en otros países, además de la utilización de otras lenguas no inglesas, que lleva a una disneyficación de la producción cinematográfica, televisiva y musical global.
Esta hollywoodización de la producción artística es fácilmente comprensible en la siguiente cita: “Las patadas en el culo funcionan en todas partes”. Estamos una vez más ante esas “externalizaciones negativas” (sexo, violencia, morbo) que las compañías multinacionales globales procuran vender antes que analizar sus repercusiones en los espectadores.
La acción norteamericana de las películas traspasa todas las fronteras y vende enormes cantidades de dinero no sólo con el reporte económico del filme sino con todo su merchandising posterior. La violencia no construye, no ayuda y no habla idiomas. Pero vende.
Descubrimos aquí, cómo y por qué se dan las condiciones idóneas para la comercialización y la desregulación de los entes públicos de Radiotelevisión de muchos de los países occidentales llegando incluso a venderse casi por completo a las multinacionales. Las razones vendrían marcadas por la competencia con la
TV por cable, la dura lucha por las audiencias contra la TV comercial que no tenía que satisfacer ningún servicio público y la pérdida de las subvenciones estatales propiciada, tal vez, por esa misma competencia.
Junto a la privatización de los entes públicos llega la desregulación: EE.UU fundamentó su coartada idelógica en la Primera Enmienda de su Constitución para promover el lenguaje comercial en detrimento de la intervención del gobierno.
Los medios comerciales se basan en este principio de “libre circulación de la información” según el cual la titularidad pública de los medios es interpretada como un intervencionismo en contra de la libre expresión y circulación de información.
Se aprovecha la idea de libre mercado para aducir que el control de los medios por parte de las empresas multinacionales es el adecuado pudiendo así manejar a su antojo los medios de comunicación social en beneficio de sus intereses económicos.
La publicidad tiene un papel predominante como “arma táctica número uno” en este proceso de concentración de los medios. El exceso de publicidad lleva al enmascaramiento de anuncios (infocomerciales) que fomentan un consumismo feroz desde los tres grandes grupos publicitarios del mundo: WPP Group (Reino
Unido), Omnicom e Interpublic (EE.UU) cuyas grandes redes publicitarias se han ido extendiendo hasta alcanzar el Tercer Mundo y los países en vías de desarrollo, donde han comprado a las agencias locales de publicidad.
De tal forma vemos cómo el conglomerado de los medios de comunicación, la concentración corporativa y la hipercomercialización de los contenidos favorecen el control cultural sobre los medios que cada vez adquieren tintes más comerciales (dado que estos cada vez pertenecen más a los anunciantes) en un claro perjuicio de la cultura propagada a través de estos, a su vez cada vez menos basada en criterios culturales, artísticos o estéticos.
Fuente: Introducción al Estudio de la Comunicación de la U de Londres