Chen y Starosta, señalan que las personas tienen una competencia cognitiva intercultural mayor cuando tienen un alto grado de auto-conciencia y conciencia culturales».
Esto implica que, en primer lugar, se tiene que tener conciencia de nuestras propias características culturales y de nuestros procesos comunicativos. Es necesario que hagamos un esfuerzo para re-conocernos, para conocernos de nuevo.
Quizás en este aspecto la comunicación intercultural pueda ser de gran utilidad, pues es en estos contactos cuando nos damos cuenta de muchas de nuestras características culturales, que en otras circunstancias nos pasan desapercibidas.
En segundo lugar,se debe conocer a las otras culturas y sus procesos de comunicación. Hay que recordar que la imagen, que mayoritariamente tenemos de las otras culturas y pueblos, pasa por el cedazo de la forma cómo se ha explicado nuestras relaciones con ellos y de la imagen que transmiten los medios de comunicación (Affaya, 1996).
Pensar de nuevo nuestra cultura desde la perspectiva de otra cultura puede ser un ejercicio muy estimulante y enriquecedor que nos permitirá tener una mejor consciencia de nosotros mismos. Ya se sabe que, a veces, para hacer un juicio autocrático sobre lo propio es mejor tomar una cierta distancia.
Así tanto Cadalso, en 1789 en sus Cartas Marruecas como Montesquieu, en 1721 en sus Lettres Persanes crearon personajes de otros continentes para criticar la sociedad de su época. De esta forma sus personajes se podían asombrar sobre actitudes y comportamientos que para los españoles y franceses le parecían de sentido común.
Cuando digo de sentido común, me refiero al sentido comunitario, es decir la interpretación consensuada y aceptada por la mayoría de la comunidad. Sin embargo, hay que tener en cuenta que en muchas ocasiones no se es plenamente consciente de cómo la realidad se construye y legitima a través del propio lenguaje.
Por ejemplo, que la palabra española extranjero proviene del francés antiguo estrangier que procede a su vez de estrange, que significa extraño.
De acuerdo con el diccionario de María Moliner la palabra extranjero/a nos remite entre otros a los siguientes términos: «bárbaro», exótico», «extraño»o «indeseable». Si miramos su significado en francés comprobaremos que el universo de sentido que se crea es bastante similar.
Según el diccionario Le Petit Robert el adjetivo «étranger» o «étrangère» nos remite, entre otros, a los siguientes adjetivos: «diferente», «desconocido», «extraño», «ignorante» o «insensible».
El tomar conciencia de los distintos significados de las palabras es un primer paso importante, porque la lengua está ligada a las estructuras culturales de una comunidad. Como señala Weber (1996:20) «lo que digo o pienso del otro depende, así pues, en primer lugar del carácter específico de mi propia lengua.»
Para establecer una comunicación intercultural hace falta un mínimo de conocimiento. En primer lugar, tiene que haber una lengua común. Pero si se puede ampliar este conocimiento lingüístico a una enciclopedia común la comunicación será mucho más fácil.
Eco (1990:134) señala que aun cuando desde el punto de vista de una semiótica general pueda postularse la enciclopedia como competencia global, desde el punto de vista sociosemiótico es interesante determinar los diversos grados de posesión de la enciclopedia, o sea, las enciclopedias parciales.
Es decir que, además de la enciclopedia de la cultura en que hemos sido socializados, cada día es más necesario tener acceso a la enciclopedia de otras culturas. En definitiva hay que tener en cuenta que si se conoce también algo de la cultura ajena, habrá muchos menos malentendidos.
Fuente: Introducción al Estudio de la Comunicación de la U de Londres