Hay un trabajo que los investigadores interesados en la interculturalidad deberán plantearse a no tardar. Se trata de la clarificación terminológica de los conceptos que se utilizan.
Como señala Vertovec el multiculturalismo es un concepto que, a partir de los años setenta, se ha incorporado al discurso de muchas disciplinas y que ha sido utilizado por muy distintos actores sociales: educadores, políticos, asistentes sociales, etc.
No siempre por este concepto se ha entendido lo mismo. Incluso bajo la etiqueta del multiculturalismo se han desarrollado propuestas sociales contrapuestas.
Esto hace que los conceptos al ser usados, dentro de distintos contextos, con una notable ambigüedad deban ser permanentemente redefinidos, para que el lector sepa, en cada momento, cuál es el significado para el autor.
Cierto es que este campo de estudio es relativamente reciente y, es de suponer que durante su consolidación, la comunidad científica irá seleccionando las teorías y los conceptos mayoritariamente aceptados. Mientras tanto, debemos concretar lo más posible los términos que utilizamos.
Un elemento en el que varios autores parecen estar de acuerdo es que a la hora de hablar de multiculturalismo se tiene que pensar qué se entiende por cultura.
Para Vertovec en muchos de los diversos usos del multiculturalismo hay implícita una concepción esencialista de cultura. La cultura sería una serie de rasgos más o menos gaseosos que diferencia y distingue a los distintos pueblos.
Kymlicka, señala que si la multiculturalidad engloba a todas las personas de grupos sociales no étnicos que se sienten excluidos del núcleo dominante de la sociedad (discapacitados, mujeres, homosexuales, obreros, ateos, etc.), todo Estado es multicultural, por muy homogéneo que sea étnicamente.
Esta concepción amplia de multiculturalidad es recogida por distintos autores (Escoffier, 1991; Israel, 1995). Pero para Kymlicka el multiculturalismo se basa en las diferencias nacionales y étnicas: utilizo ‘cultura’ como sinónimo de ‘nación’ o ‘pueblo’; es decir, como una comunidad intergeneracional, más o menos completa institucionalmente, que ocupa un territorio o una patria determinada y comparte una lengua y una historia específicas.
Por tanto, un Estado es multicultural bien si sus miembros pertenecen a naciones diferentes (un Estado multicultural), bien si éstos han emigrado de diversas naciones (un Estado poliétnico), siempre y cuando ello suponga un aspecto importante de la identidad personal y la vida política.
Hay que advertir que, como recoge Vertovec, detrás del multiculturalismo puede encontrarse los rastros del nuevo racismo, el racismo sin razas, y de una retórica de la exclusión.
Como ya he señalado en otro lugar (Rodrigo, 1996b) uno de los peligros actuales es que el principio de exclusión basado en la diferenciación por la raza, categoría que ha sido ya rechazada por la ciencia, sea reemplazado por el de identidad cultural.
Esto nos obliga a tener muy en cuenta los objetivos que se dibujan detrás de las distintas propuestas multiculturalistas. Lamo de Espinosa afirma que entiendo por multiculturalismo (como hecho) la convivencia en un mismo espacio social de personas identificadas con culturas variadas.
Se entiende (también) por multiculturalismo (como proyecto político, en sentido, pues, normativo), el respeto a las identidades culturales, no como reforzamiento de su etnocentrismo, sino al contrario, como camino, más allá de la mera coexistencia, hacia la convivencia, la fertilización cruzada y el mestizaje.
En este sentido normativo quedaría fuera lo que podríamos llamar «multiculturalismo radical» o defensa «del desarrollo de las culturas separadas e incontaminadas» y, por lo tanto, como rechazo del mestizaje, un multiculturalismo que, ciertamente, puede conducir a un nuevo racismo o nacionalismo excluyente».
Por mi parte, entiendo por multiculturalismo la coexistencia de distintas culturas en un mismo espacio real, mediático o virtual; mientras que la interculturalidad sería las relaciones que se dan entre las mismas.
Es decir que el multiculturalismo marcaría el estado, la situación de una sociedad plural desde el punto de vista de comunidades culturales con identidades diferenciadas. Mientras que la interculturalidad haría referencia a la dinámica que se da entre estas comunidades culturales.
El problema que se plantea es qué se entiende por comunidad cultural o, más concretamente, cuáles son los diferenciadores culturales que me permiten constatar su existencia.
Debo reconocer que, con la intención de simplificar mi aproximación, no voy a tener en cuenta los criterios de género, opción sexual, etc.
Así, focalizaré las relaciones interculturales exclusivamente en los distintos grupos étnicos. Por contra, estoy de acuerdo con Israel que la realidad es multicultural, plural y diversa es un hecho, un punto de partida.
Intentar que sea intercultural pasa por el desarrollo de dispositivos comunicativos interculturales. Y esto es lo que se pretende, precisamente, en los próximos apartados.
Fuente: Introducción al Estudio de la Comunicación de la U de Londres