A menudo oímos la expresión de “economía abierta”, aplicada a muchos países del Tercer Mundo, especialmente a los pequeños. Muchos países de África, Asia y América Latina obtienen desde 25 hasta 90 por ciento de su PNB en su actividad de comercio internacional.
El comercio exterior representa casi 80 por ciento de la entrada total de divisas de los países en desarrollo. Pero durante los últimos 30 años ha bajado la participación de los países menos desarrollados en el comercio mundial (excluidas las exportaciones de petróleo), de más de 31 por ciento a menos de 17 por ciento. Esto no se ha debido sólo a un crecimiento relativamente más lento de su volumen de exportaciones sino también al hecho de que los precios que reciben por sus exportaciones (sobre todo materias primas y productos agrícolas básicos) han aumentado a un ritmo menos que los precios de los bienes que deben importar de los países ricos (sobre todo bienes manufacturados y semi-manufacturados).
Dado que los ingresos netos de divisas por concepto del comercio de bienes (valor total de las exportaciones menos valor total de las importaciones) dependen del volumen y del precio de las exportaciones y de las importaciones, la declinación de los precios relativos de las exportaciones de los países menos desarrollados por comparación con los precios de sus importaciones significa que la mayoría de los países del Tercer Mundo han debido pagar al paso del tiempo más dinero por unidad de importaciones mientras reciben menos dinero y gastan más recursos reales por unidad de exportaciones.
La débil posición del comercio internacional de los países pobres puede imputarse fácilmente al hecho de que estos países son exportadores relativamente más eficientes de productos primarios, cuya demanda internacional es desafortunadamente inelástica al ingreso y al precio. Este argumento suele emplearse para justificar las políticas de industrialización rápida y de sustitución de importaciones tendentes a disminuir la vulnerabilidad de los países menos desarrollados ante sus posiciones desventajosas en elcomercio internacional.
Este argumento parece ser generalmente válido, por lo menos en teoría, pero olvida un aspecto igualmente importante de las relaciones económicas internacionales: la capacidad de los poderosos países ricos para manipular los precios mundiales de los productos primarios y las manufacturas a favor de su propios intereses. Además pueden frustrar las estrategias de promoción de las exportaciones de los países pobres mediante la imposición de barreras arancelarias y no arancelarias a las exportaciones de productos primarios.
Los países desarrollados distan mucho de ser tan vulnerables o dependientes frente a las políticas comerciales y arancelarias de los países menos desarrollados sólo 19 por ciento de sus exportaciones totales se dirige hacia los países pobres. En cambio, los países del Tercer Mundo exportan a los países ricos 74 por ciento del total de sus exportaciones. Pero las importaciones de los países menos desarrollados provenientes de los países ricos, aunque sólo representan 19 por ciento del total de exportaciones de estos países, constituyen una proporción muy considerable del PNB de los países menos desarrollados. La combinación de esta dependencia frente al comercio internacional y de su limitado poder de negociación vuelve muy vulnerable la posición económica internacional de los países del Tercer Mundo ante las políticas económicas extranjeras de los países desarrollados. A su vez, esta dependencia limita grandemente su capacidad para manipular importantes variables económicas internas como el ahorro, la inversión, los precios de los bienes y los niveles del empleo, ya que estos esfuerzos pueden frustrarse a menudo por factores externos que escapan a su control.