La política gira en tomo del hombre, y lo que el hombre piensa de sí mismo influye decisivamente en lo que él piensa que ha de ser la política. Pero, ¿qué piensa el hombre de sí mismo? Después de dos millones de años de su aparición sobre el planeta Tierra, el hombre de nuestro tiempo sigue pensando que es un ser misterioso, problemático y desconcertante.
Pascal habla del hombre como de un monstruo incomprensible y el médico Alexis Carrel escribe sobre él un libro tituladoLa incógnita del hombre. Para el gran evolucionista francés Teilhard de Chardin, el hombre es el más misteriosos yel más desconcertante de los objetos descubiertos por la ciencia. Se presenta como la cabeza terrestre de un Universo que se desplaza hacia más elevados estadios de conciencia. El hombre es la más elevada de las `moléculas’ y la última que se formó.
Erich Fromm en su libro sobre La revolución de la esperanza enumera una serie de definiciones que se han dado del hombre: es el que trabaja (homo faber), el que juega (homo ludens), el que niega (homo negans), el que sabe que sabe (horno sapiens), el que espera (homo sperans). Pero ninguna de estas definiciones agota la riqueza de complejidad que hay en la condición humana. Solamente enuncian determinados aspectos de la multiforme realidad humana. Somos seres-frontera, situados entre varios mundos que se dan cita en nosotros. Tierra y cielo, barro y luz, tiempo y eternidad se juntan en este microcosmos o síntesis universal que somos cada uno de nosotros. Tenemos los pies en lo finito y en lo material, y nuestra cabeza toca lo infinito y lo espiritual. El alemán Wolfgang Goethe se lamenta que se haya hecho de él un solo hombre, cuando había material suficiente para haber hecho de él, a la vez, una bestia y un ángel.
El hombre es por naturaleza, es decir, por su mismo estar en el mundo y rodeado de otros seres un ser social y relacional. Es un ser social por estar rodeado de otros seres semejantes a él. Su ser con otros le permite tener una existencia reciproca. No existe al lado de otros, como una piedra tirada junto a otras sobre el mismo camino, sino que su existencia tiene significado para el existir de otros hombres, así como el existir de los semejantes tienen significado para su propia existencia.
El vivir del hombres es, pues un convivir con sus prójimos. No se puede decir que el hombre vive primero y después convive. Simultáneamente es lo uno y lo otros. Ser sociable es algo fundamental y primario en el hombre. Es una realidad radical’, porque en dicha realidad social del hombre arraigan, radican o echan raíces muchas otras realidades, como son todos los fenómenos sociales y políticos que estudiaremos.
El hombre necesita de los demás para subsistir, para vivir, para progresar. Es un ser solidario con sus semejantes. Y lo que afecta a uno de nosotros, afecta a todos. “Ningún hombre es una isla, que se baste a sí mismo. Cualquier hombre es un pedazo de continente, una parte del todo. Si el mar se lleva un trozo de tierra, todo esto pierde nuestro país. La muerte de cualquier hombre me disminuye, porque pertenezco a la humanidad. Y por eso no es preciso que preguntes por quién doblan las campanas: doblan por ti”.
De su misma naturaleza relacional, social brota en el hombre su dimensión “cívica” o `animal político’, su actividad “patriótica”.
Con razón desde muy antiguo, Aristóteles ha definido al hombre como zoon politikón, es decir, animal cívico o animal político. En cierto sentido, el animal es también social; pero solo el hombre es político. Los hombres no pueden convivir si la convivencia no se organiza. El hombre no vive en manadas ni en rebaños. Su carácter específico es vivir insertado en el organismo social que constituye la polis, la ciudad, la comunidad política. Ella es para el hombre tanto una necesidad natural como un ideal.
En otras palabras, es consustancial a los humanos el vivir juntos organizadamente bajo una autoridad común que dirime pleitos, coordina acciones para el bien común, organiza la convivencia.
El hombre fabrica sus sistemas de relaciones sociales y las ideas que los presiden. Construye así esa complicada y fina `tela de araña‘ de sus instituciones sociales y políticas. Instituciones que él mismo hace evolucionar a lo largo de la historia.Son las manos y la inteligencia del hombre las que construyen el mundo social y político.
Cuando en el siglo IV antes de Cristo, Aristóteles ense ñaba que la vida humana no era pensable fuera de la polis, estaba diciendo lo mismo que acabamos de decir. Que el ser político no es algo que se le añade al hombre de fuera y posteriormente, sino que es algo constitutivo de su ser. El hombre es un zoon politikón.