Introducción
El nacimiento de la economía como cuerpo teórico de estudio, independiente de la política y la filosofía, puede fecharse en el año 1776, cuando Adam Smith publicó su Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones. Por supuesto, la economía existía antes de que Smith escribiese su libro: los griegos hicieron importantes aportaciones, al igual que los escolásticos de la edad media.
Desde el siglo XV hasta el siglo XVIII se escribieron numerosos ensayos que desarrollaron los principios del nacionalismo económico como la escuela de pensamiento denominada mercantilismo.
La obra de Adam Smith
La Riqueza de las naciones (nombre abreviado por el que es conocida esta obra), como dice el mismo título, es sobre todo un libro sobre el progreso económico y las políticas que pueden fomentar o frenar este desarrollo. Desde el punto de vista pragmático, es un alegato contra las políticas proteccionistas de los mercantilistas, y una defensa del librecambio. Al criticar las denominadas falsas doctrinas de la economía política, Smith tuvo que analizar el funcionamiento del sistema de libre empresa.
En una economía de libre mercado con mercados competitivos, cada individuo, de los muchos que participan en el mercado, tiene una influencia nula sobre los precios; todos los individuos tienen que aceptar los precios del mercado y sólo podrán variar la cantidad intercambiada a esos precios; no obstante, la fijación de los precios se logra por la interacción de todos los agentes que operan en el mercado. La ‘mano invisible’ del mercado, como le gustaba decir a Smith, asegura que la sociedad saldrá beneficiada a pesar de lo que quieran los individuos; la mano invisible es capaz de transformar los vicios privados (como el egoísmo) en ventajas sociales (la maximización de la producción).
Pero esto sólo se verifica si los mercados competitivos disponen de un marco legal e institucional adecuados, una condición que Smith analizó en profundidad pero que las generaciones siguientes olvidaron. En esta gran obra sobre la riqueza y pobreza de las naciones, Smith exponía una teoría simple del valor (o de los precios), una visión poco elaborada sobre la distribución, una interpretación aún menos desarrollada sobre el comercio internacional y una concepción primitiva sobre el dinero; pero, a pesar de todas las imperfecciones, su libro sirvió de base para toda la economía clásica y neoclásica posterior. La influencia de la obra de Smith radicaba, en gran parte, en las posibilidades de desarrollo de sus teorías.
Sistema ricardiano
Los Principios de Economía Política e Impuestos (1817) de David Ricardo fueron, en cierto sentido, un comentario crítico a La Riqueza de las naciones; por otro lado, ofrecieron una nueva perspectiva a la incipiente ciencia: la economía política. Ricardo creó el concepto de modelo económico, un instrumento analítico que consiste en un entramado de ecuaciones que tenían en cuenta unas pocas variables estratégicas y que permitía, tras unas operaciones lógicas, obtener conclusiones relevantes sobre el comportamiento de las variables económicas.
El punto central del sistema ricardiano se encontraba en la creencia de que el crecimiento económico se frenaría antes o después, debido al creciente coste de cultivar alimentos cuando la tierra disponible era limitada. Uno de los razonamientos esenciales para llegar a esta conclusión era el principio malthusiano, enunciado en el Ensayo sobre el principio de la población (1798) de Thomas Robert Malthus, según el cual la población tiende a crecer de forma constante hasta los límites que marca la oferta disponible de alimentos.
Puesto que la raíz del problema, según Ricardo, radica en el rendimiento decreciente de la tierra, la solución sería importar el grano de otros países. Queriendo demostrar que Gran Bretaña se beneficiaría si se especializara en producir bienes manufacturados para exportarlos a otros países e importar a cambio alimentos, Ricardo desarrolló su teoría de la ventaja comparativa. Suponía que el trabajo y el capital pueden cambiar libremente de sector productivo, buscando la mayor rentabilidad posible; sin embargo, el trabajo y el capital no tenían movilidad entre países.
La belleza del razonamiento de Ricardo reside en que si todos los países se aprovechan de la división internacional del trabajo, la producción mundial agregada será muy superior a la que se obtendría si los países intentan autoabastecerse. La teoría de Ricardo constituye la base del librecambismo decimonónico.
La importancia del tratado de Ricardo fue constatada desde su publicación: durante el siguiente medio siglo el sistema ricardiano dominó el pensamiento económico en Inglaterra. En 1848 la revisión de su pensamiento realizada por John Stuart Mill en Principios de economía política (1845-1847) dio nuevo vigor a la teoría de Ricardo. Sin embargo, a partir de la década de 1870, los economistas dejaron de analizar los problemas que preocupaban a Ricardo para estudiar los relativos a la teoría del valor, es decir, a estudiar por qué los bienes se intercambian a un precio y no a otro distinto.
Economía neoclásica
Los años transcurridos entre la publicación de los Principios de Economía (1890) de Marshall y el crac de 1929, pueden considerarse como años de reconciliación, consolidación y refinamiento de la ciencia económica. Las tres escuelas nacionales de pensamiento económico fueron acercándose poco a poco hasta crear una única corriente principal de pensamiento. La teoría de la utilidad se redujo a un sistema axiomático que podía aplicarse al análisis del comportamiento del consumidor para estudiar las diversas situaciones, en función de, por ejemplo, los cambios en los ingresos o en los precios.
El concepto de marginalidad aplicado al consumo permitió crear el concepto de productividad marginal al hablar de la producción, y con esta nueva idea apareció una nueva teoría de la distribución en la que los salarios, los beneficios, los intereses y las rentas dependían de la productividad marginal de cada factor de producción.
El concepto de Marshall (economías y deseconomías a escala externa) fue desarrollado por uno de sus discípulos más destacados, Alfred Pigou, para distinguir entre costes privados y costes sociales, lo que sentó las bases para la formulación de la teoría del bienestar: una nueva rama dentro de la economía. De forma paralela el economista sueco Knut Wicksell y el estadounidense Irving Fisher, iban desarrollando una teoría monetaria, que explicaba cómo se determinaba el nivel general de precios, diferenciándolo de la fijación individual de cada precio.
Durante la década de 1930 la creciente armonía y unidad de la economía se rompió, primero debido a la publicación simultánea de la obra de Edward Chamberlin, Teoría de la competencia monopolística y de la de Joan Robinson, Economía de la competencia imperfecta en 1933 y segundo, por la aparición, en 1936 de la Teoría general sobre el empleo, el interés y el dinero de John Maynard Keynes.
Los institucionalistas
La economía institucionalista, definida en sentido estricto, se refiere al pensamiento económico estadounidense asociado con las ideas de economistas como Thornstein Veblen, Wesley Clair Mitchell y John R. Commons. Estos autores tenían pocas cosas en común, salvo su desacuerdo con las teorías abstractas de los economistas ortodoxos, la tendencia de éstos a separarse del resto de las ciencias sociales y su preocupación por encontrar un mecanismo de ajuste automático en los mercados. No consiguieron desarrollar un cuerpo de teoría consistente que pudiera reemplazar o complementar la teoría ortodoxa.
Esto puede explicar por qué el término economía institucionalista se ha convertido en poco más que un sinónimo de economía descriptiva. La esperanza en que la economía institucionalista pudiese crear una nueva ciencia social interdisciplinaria desapareció muy pronto, aunque el espíritu del institucionalismo sigue vivo en obras como La sociedad opulenta (1958) y El nuevo Estado industrial (1967) de John Kenneth Galbraith.
Nuevas teorías
Durante los cincuenta años posteriores a la II Guerra Mundial la economía ha sufrido grandes cambios. Ante todo, ahora se utiliza el análisis matemático en casi todas las especialidades. Con la generalización de la economía analítica se ha sofisticado la rama empírica conocida como econometría, que combina la teoría económica, la modelización matemática y la previsión económica basada en la estadística.
Las tendencias del pensamiento económico desde el final de la II Guerra Mundial se observan no en la aparición de nuevas técnicas, sino en la desaparición de las distintas escuelas, en la progresiva homogeneización del pensamiento económico en todo el mundo y en la transformación de la ciencia económica desde el exclusivo ejercicio académico hacia una disciplina operativa, cuyo propósito es resolver problemas prácticos.
En retrospectiva, este consenso dentro de la profesión alcanzó la cima en la década de 1970. Desde entonces, se respira un ambiente de incertidumbre en la ciencia económica. Los economistas han perdido la confianza en su propia ciencia, primero por la aparición de la estanflación (existencia simultánea de estancamiento económico e inflación), que contradice las conclusiones de la economía keynesiana, y segundo, por la proliferación de escuelas de pensamiento tan divergentes como la economía radical, la economía evolucionista, la economía austriaca, la economía poskeynesiana, la economía del comportamiento, el monetarismo, la nueva macroeconomía clásica, la economía neokeynesiana, la economía de los costes transaccionales y el nuevo institucionalismo; todas ellas, inmersas en lo que se denomina la corriente principal de la economía.
La historia de esta disciplina durante los 25 últimos años será muy difícil de contar, mucho más de lo que ya resulta la economía del periodo de entreguerras, o la economía inmediatamente posterior al último conflicto bélico mundial.