Introducción
El capitalismo industrial-tecnológico y las revoluciones burguesas habían formado una nueva sociedad dividida en clases. Siguiendo las pautas del liberalismo, el Estado acaparador no debía intervenir en la actividad económica, por lo que una vez abolidas las rígidas normas gremiales, la nueva organización del trabajo permitía la libertad de contratación prohibía la formación de asociaciones obreras. Se produjo así un vacío legal en el que cualquier situación laboral, por injusta que fuese.
Cabe señalar que los nuevos sistemas productivos favorecían la proliferación de grandes fábricas en detrimento de los talleres artesanales, ya que éstos no podían competir con aquéllas por la carencia de técnicas, recursos y, sobre todo, capital.
En estas circunstancias, el aumento de la producción de bienes que acompañaba a la revolución industrial provocaba, paradójicamente, un empeoramiento de las condiciones de vida y de trabajo de la clase obrera.
En Gran Bretaña se abolió para el año 1824 la legislación que prohibía el asociacionismo obrero, con lo que surgieron los primeros sindicatos.
Durante las décadas de 1830 y 1840, en Francia, se crearon las primeras sociedades de ayuda mutua, asociaciones de obreros que, mediante aportaciones, creaban fondos solidarios destinados a apoyarse en situaciones de enfermedad o accidente, desempleo o cierre de las fábricas.
El momento culminante de las primeras revueltas obreras se produjo durante la revolución de 1848. En Francia el gobierno provisional exigió medidas favorables a los trabajadores:
Libertad de agrupamiento.
Creación de los talleres naciones para dar trabajo a los desempleados.
Reconocimiento del derecho al trabajo.
Reducción de la jornada laboral a 10 horas
La instauración de una comisión gubernativa que se ocupara de los problemas sociales.
Ludismo
Movimiento que surgió en Gran Bretaña a comienzos de la industrialización, formado por grupos organizados de artesanos ingleses que durante 1811 y 1812 se amotinaron y destrozaron la maquinaria de la nueva industria textil que, consideraban, estaba acabando con su tradicional medio de vida. Los disturbios comenzaron en Nottingham a finales de 1811 y se extendieron rápidamente a Lancashire, Yorkshire, Derbyshire y Leicestershire.
Los luditas actuaban de noche y ocultaban su rostro con máscaras; su nombre deriva de un hipotético líder fundador del movimiento, Ned Lud (o Ludd). No ejercían ninguna violencia contra las personas por lo que recibieron un fuerte apoyo de la población de estas comarcas. En 1812 un grupo de luditas fue tiroteado por orden de un empresario llamado Horsfell, que fue asesinado más tarde como represalia.
Ante esta situación, el gobierno de Robert Banks Jenkinson, segundo conde de Liverpool, adoptó duras medidas represivas que condujeron a un proceso masivo en la ciudad de York en 1813; la mayoría de los luditas, a los que se declaró culpables, fueron deportados o condenados a la horca. En 1816 volvió a estallar una revuelta ludita a causa de la gran depresión que provocó la guerra entre Gran Bretaña y Francia. Los desórdenes no cesaron por completo hasta que comenzó una nueva etapa de prosperidad en la década de 1820. En España, el movimiento de destrucción de máquinas tuvo cierta importancia a partir de esa fecha, especialmente en Cataluña y Alcoy (Alicante).
Cartismo
De 1838 a 1848 surgió el cartismo, movimiento obrero de la primera etapa de esta tendencia social y que, a diferencia del Ludismo, tenía tintes políticos. Nació del documento titulado Carta del Pueblo que bosquejaba al Parlamento inglés la necesidad de que se les otorgaran beneficios como:
El sufragio universal a los hombres, en voto secreto.
El pago de dietas a diputados.
Elecciones anuales.
Utopismo
El concepto utopía designa la proyección humana de un mundo idealizado que se presenta como alternativo al mundo realmente existente, ejerciendo así una crítica sobre éste. El término fue concebido por Tomás Moro en su obra D? Optimo R?p?blicae Statu d?que Nova Insula ?topia, donde Utopía es el nombre dado a una comunidad ficticia cuya organización política, económica y cultural contrasta en numerosos aspectos con las sociedades humanas contemporáneas a Tomás Moro. Sin embargo, aunque el término fue creado por él, el concepto subyacente es anterior.
En la misma obra de Moro puede observarse una fuerte influencia e incluso directa referencia a La República, de Platón, obra que presenta asimismo la descripción de una sociedad idealizada. En el mismo sentido, las narraciones extraordinarias de Américo Vespucio sobre la recién avistada isla de Fernando de Noronha, en 15032 y el espacio abierto por el descubrimiento de un Nuevo Mundo a la imaginación, son factores que estimularon el desarrollo de la utopía de Moro.
Además de La República, otras construcciones utópicas anteriores a la de Tomás Moro son por ejemplo el jardín de Gilgamesh, la isla de la Historia Sagrada de Evémero y los mitos de Hesíodo.
El origen etimológico de Utopía no fue explicado por Moro, siendo que estudiosos de su obra destacan un posible juego de significados, ambos del griego.
Anarquismo
Doctrina política que se opone a cualquier clase de jerarquía, tanto si se ha consolidado por la tradición o el consenso como si se ha impuesto de forma coactiva. Los anarquistas creen que el mayor logro de la humanidad es la libertad del individuo para poder expresarse y actuar sin que se lo impida ninguna forma de poder, sea terrena o sobrenatural, por lo que es básico abatir todo tipo de gobierno, luchar contra toda religión o secta organizada, en cuanto que éstas representan el desprecio por la autonomía de los hombres y la esclavitud económica. Combatir al Estado como entidad que reprime la auténtica libertad económica y personal de todos los ciudadanos se convierte en una necesidad inmediata y la desaparición del Estado se considera un objetivo revolucionario a corto plazo.
La doctrina anarquista impone para su acción una sola limitación: la prohibición de causar perjuicio a otros seres humanos, y de esta limitación nace otro presupuesto ideológico básico: si cualquier humano intenta hacer daño a otros, todos los individuos bienintencionados tienen derecho a organizarse contra él.