Introducción
La sociedad griega presentaba características peculiares. Una estructura política basada en la polis, una religión politeísta carente de jerarquía y ortodoxia, una clase social emprendedora, dedicada al comercio y al ocio y con amplios contactos con otras culturas del Mediterráneo, así como una desarrollada curiosidad.
La unión de estos elementos, junto a un supuesto genio griego propició la aparición de nuevas explicaciones sobre la naturaleza y el ser humano, hasta entonces solamente aclaradas por los mitos y las tradiciones.
La expansión de la cultura griega durante el helenismo, su absorción por el Imperio romano, la posterior relación con el cristianismo y su definitiva recuperación en el siglo XIII gracias a traductores como Averroes, así como el interés que durante el Renacimiento se profesó a este conjunto de pensadores, contribuyeron a que la Filosofía griega se continuara estudiando, y a que se convirtiera en uno de los pilares de la cultura occidental.
Entre el 600 y el 200 a.C., la filosofía griega constituyó el fundamento de toda la especulación filosófica en el mundo occidental. Las hipótesis intuitivas de los antiguos griegos presagiaron diversas teorías de la ciencia moderna, incluso muchas de las ideas morales elaboradas por los filósofos griegos han sido incorporadas a la doctrina moral cristiana. Las ideas políticas desarrolladas por los pensadores griegos han influenciado a muchos líderes políticos a lo largo de la historia.
Filosofía griega presocrática
La historia de la antigua filosofía griega puede ser dividida entre los filósofos que buscaron una explicación del mundo en términos físicos y los que subrayaron la importancia de las formas inmateriales o ideas. Sus primeros exponentes, denominados en conjunto presocráticos, estuvieron ligados geográficamente a las colonias griegas de Asia Menor y a la Magna Grecia.
Escuela jónica o milesia
La primera escuela importante de la filosofía griega, la jónica o milesia, era en gran parte materialista. Fundada por Tales de Mileto en el siglo VI a.C., partió de la creencia de éste en una sustancia primigenia, el agua, de la que procedería toda la materia. Anaximandro ofreció una idea más elaborada y mantuvo que la base de toda materia es una sustancia eterna que se transforma en todas las formas materiales conocidas.
Esas formas, a su vez, cambian y se funden en otras de acuerdo con la regla de la justicia, es decir, una especie de equilibrio y proporción. Heráclito consideraba que el fuego es la fuente primordial de la materia, pero creía que el mundo entero está en constante cambio o flujo y que la mayoría de los objetos y sustancias se producen por la unión de principios opuestos. Consideraba el alma, por ejemplo, como una mezcla de fuego y agua. El concepto de nous (pensamiento o razón), sustancia infinita e inmutable que penetra y controla cada objeto viviente, fue desarrollado por Anaxágoras, que también pensaba que la materia consistía en pequeñas partículas o átomos. Compendió la filosofía de la escuela jónica al proponer un principio no físico director, junto a una base materialista de la existencia.
Escuelas pitagórica y eleática
La división entre idealismo y materialismo se hizo más clara con el paso del tiempo. Pitágoras destacó la importancia de la forma sobre la materia al explicar la estructura material. La escuela pitagórica también incidió mucho en la importancia del alma, considerando al cuerpo como una simple cárcel del alma. Según Parménides, autor de Sobre la naturaleza y guía de la escuela eleática, la apariencia del movimiento y de la existencia en el mundo de objetos distintos son mera ilusión: sólo parecen existir.
Las ideas de Pitágoras y Parménides supusieron la base del idealismo que caracterizaría después a la filosofía griega.
Una interpretación más materialista fue la de su discípulo Empédocles, que aceptó la idea de que la realidad es eterna pero está compuesta por combinaciones casuales de las cuatro sustancias primarias: fuego, aire, tierra y agua. Estas explicaciones materialistas alcanzaron su punto culminante en las doctrinas de Demócrito, para el que las diferentes formas de la materia están causadas por diferencias en la forma, tamaño, posición y orden de los átomos que la componen.
Filosofía griega clásica
El periodo clásico de la antigua filosofía griega, cuyo marco espacial principal radicó en Atenas, se inició con la aparición en el siglo V a.C. de los sofistas y del pensamiento socrático, y conoció sus momentos de mayor auge con los sistemas platónico y aristotélico.
Sofistas
El materialismo aplicado a la vida diaria inspiró la filosofía de un grupo cuyos miembros eran denominados sofistas, que surgió en el siglo V a.C. Haciendo hincapié en la importancia de la percepción humana, sofistas como Protágoras dudaban que la humanidad pudiera ser capaz de alcanzar nunca la verdad objetiva a través de la razón, y defendían que el éxito material, en lugar de la verdad, debía ser el propósito de la vida.
Sócrates
En contraste con estas opiniones se mostraban las ideas de Sócrates, con quien la filosofía griega alcanzó su cima. Su objetivo reconocido fue “cumplir la misión del filósofo de buscar dentro de mí mismo y de los demás hombres”. El método socrático era dialéctico: después de plantear una proposición, hacía una serie de preguntas destinadas a analizar y depurar la proposición examinando sus consecuencias y comprobando si coincidía con los hechos conocidos.
Sócrates describió el alma no en términos de misticismo, sino como “aquello en virtud de lo cual se nos califica de sabio o de loco, bueno o malo”. En otras palabras, Sócrates consideraba el alma como una combinación de la inteligencia y el carácter de un individuo.
Platón y Aristóteles
El idealismo de Sócrates fue organizado por Platón en una filosofía sistemática. En su teoría de las ideas, expuesta principalmente en La República, Platón sostuvo que los objetos del mundo real son meras sombras de las formas eternas o ideas.
Las únicas e inmutables ideas, las formas eternas, pueden ser objeto del conocimiento verdadero; la percepción de sus sombras, es decir, el mundo tal y como se oye, ve y siente, es una simple opinión.
La meta del filósofo, decía, es conocer las formas eternas e instruir a los demás en este conocimiento.
Filosofía helenística y neoplatónica
La filosofía griega posterior, que refleja un periodo histórico de agitación civil y de inseguridad individual, se preocupó menos por la naturaleza del mundo que por los problemas individuales. Durante ese periodo surgieron cuatro grandes escuelas filosóficas, en gran parte materialistas e individualistas: la de los cínicos, y la de los que se adhirieron al epicureísmo, escepticismo y estoicismo. Muchas de estas escuelas plantearon cuestiones originales y, en especial el neoplatonismo de Plotino, ejercieron una notable influencia en la filosofía medieval islámica y cristiana.