Terrorismo, historia, instrumentos

Introducción

Uso de la violencia, o amenaza de recurrir a ella, con fines políticos, que se dirige contra víctimas individuales o grupos más amplios y cuyo alcance trasciende con frecuencia los límites nacionales. El término implica una acción llevada a cabo por grupos no gubernamentales o por unidades secretas o irregulares, que operan fuera de los parámetros habituales de las guerras y a veces tienen como objetivo fomentar la revolución.

El terrorismo de Estado, ejercido por un Estado contra sus propios súbditos o comunidades conquistadas, se considera también una modalidad de terrorismo. Más que la realización de fines militares, el objetivo de los terroristas es la propagación del pánico en la comunidad sobre la que se dirige la violencia. En consecuencia, la comunidad se ve coaccionada a actuar de acuerdo con los deseos de los terroristas.

El terrorismo extremo busca a menudo la desestabilización de un Estado causando el mayor caos posible, para posibilitar así una transformación radical del orden existente.

Historia

El terrorismo ha aparecido una y otra vez a lo largo de la historia. Las sociedades secretas detectadas en algunas culturas tribales mantenían su influencia valiéndose del terror. Ya en el siglo XII, un grupo ismailí de los musulmanes chiitas, los ‘Asesinos’, llevó a cabo campañas terroristas contra musulmanes suníes. En Irlanda, grupos protestantes y católicos se aterrorizaron mutuamente tras la Reforma.

En su forma moderna, sin embargo, el terrorismo sistemático recibió un gran impulso a finales de los siglos XVIII y XIX con la propagación de ideologías y nacionalismos seculares tras la Revolución Francesa. Adeptos y detractores de los valores revolucionarios utilizaron el terrorismo tras las Guerras Napoleónicas. El nacionalismo imperialista que en Japón condujo a la Restauración Meiji en 1868 estuvo acompañado de frecuentes ataques terroristas al sogunado Tokugawa.

En el sur de Estados Unidos se creó el Ku Klux Klan tras la derrota de la Confederación Sudista en la Guerra Civil estadounidense (1861-1865) para aterrorizar a los antiguos esclavos y a los representantes de las administraciones de la reconstrucción impuesta por el gobierno.

En toda Europa, a finales del siglo XIX, los partidarios del anarquismo realizaron ataques terroristas contra altos mandatarios o incluso ciudadanos corrientes. Una víctima notable fue la emperatriz Isabel, esposa de Francisco José I, asesinada por un anarquista italiano en 1898. El movimiento revolucionario ruso existente antes de la I Guerra Mundial tuvo un fuerte componente terrorista.

En el siglo XX, grupos como la Organización Revolucionaria Interna de Macedonia, el movimiento ustacha croata y el Ejército Republicano Irlandés (IRA) realizaron a menudo sus actividades terroristas más allá de las fronteras de sus respectivos países. Recibían a veces el apoyo de gobiernos ya establecidos, como fue el caso de Bulgaria o de Italia bajo el líder fascista Benito Mussolini. Este tipo de terrorismo nacionalista apoyado por el Estado provocó el asesinato de Francisco Fernando de Habsburgo en Sarajevo en 1914, lo que dio origen a la I Guerra Mundial.

Tanto el comunismo como el fascismo utilizaron el terrorismo como instrumento de su política, contando con defensores como Liev Trotski y Georges Sorel (quien representó intermitentemente ambos extremos del espectro político). La inestabilidad política existente durante las décadas de 1920 y 1930 dio pie a frecuentes actividades terroristas. El terrorismo tendió a integrarse dentro del conflicto más amplio de la II Guerra Mundial.

Instrumentos del terrorismo

Dentro de los instrumentos utilizados para implementar dicho mecanismo, o actos terroristas, se incluyen diversas formas de violencia física contra las personas, como el secuestro, la tortura o la ejecución extrajudicial; diversas formas de violencia moral, como la amenaza de las anteriores o la presión social; diversas formas de violencia contra los bienes privados y públicos, como la destrucción de los mismos con materiales explosivos o incendiarios. Finalmente, uno de los instrumentos más utilizados por los grupos terroristas es el atentado con explosivos contra blancos militares o civiles para provocar muertes indiscriminadas o no.

Armas terroristas

Aunque prácticamente cualquier cosa puede ser considerada un arma (desde una cerilla y un palo de escoba hasta una bomba atómica), los terroristas han utilizado habitualmente armas cortas o semiautomáticas. Algunos grupos integristas como Hezbolá han llegado a tener misiles antiaéreos. También es muy común el uso de bombas caseras de potencia variable, llegando a usar en algunos casos el propio cuerpo de los terroristas como vector de aproximación de la bomba. Cuando lo que se ha pretendido es un magnicidio a una distancia segura de su dispositivo de seguridad se suelen utilizar rifles con mira telescópica.

Armas de destrucción masiva que han sido utilizadas por terroristas:

armas biológicas
armas químicas

Terrorismo en el siglo XIX

El episodio terrorista más sangriento de la historia de Estados Unidos (y del mundo) tuvo lugar el 11 de septiembre de 2001. Dos aviones de pasajeros secuestrados y dirigidos por pilotos suicidas colisionaron contra las torres gemelas del World Trade Center de Nueva York, lo que provocó el derrumbe de las mismas y un elevadísimo número de víctimas (casi 3.000). Poco después, otra aeronave se estrellaba contra la sede del Pentágono en Washington, dejando reducida a escombros una de las alas del edificio.

Ambos objetivos encarnaban simbólicamente el poder, la riqueza y la seguridad del país. Reivindicó los atentados la organización terrorista Al-Qaeda, a cuyo frente se encuentra Osama bin Laden, quien recibió protección del régimen talibán instaurado en Afganistán, y que tuvo como consecuencia inmediata la intervención del ejército estadounidense. Un año más tarde, en octubre de 2002, la Yamaa Islamiya perpetró un gran atentado terrorista en la isla de Bali, que acabó con la vida de 202 personas.

La sangría terrorista llegó poco después a Europa, que había sido públicamente amenazada por los terroristas islámicos. Tras un serio aviso en forma de ataque a la casa de España en Casablanca en mayo del 2003, células terroristas vinculadas con el grupo Al-Qaeda atentaron en Madrid el 11 de marzo de 2004, acabando con la vida de cerca de 200 personas e hiriendo a más de 1.500.

En esta ocasión, los asesinos utilizaron los trenes de cercanías que unen la capital con el extrarradio para sembrar el terror y causar el mayor daño posible de un modo absolutamente indiscriminado.

Ese mismo año se produjeron dos atentados terroristas en sendas sinagogas de Estambul, cercenando la vida de numerosos turistas y ciudadanos turcos que allí se encontraban. En 2005 fue Londres la ciudad escogida: el 7 de julio, varios terroristas suicidas con pasaporte inglés se inmolaron en vagones de metro y autobuses, causando la muerte de una cincuentena de personas y sumiendo a la ciudad en un caos completo. La sensación de miedo se repitió sólo dos semanas después, con una serie de explosiones fallidas en medios de transporte urbanos.