Es el tipo de comunicación que realiza un individuo consigo mismo, hacia adentro («intra»). Por ejemplo, cuando una persona piensa en algo y toma decisiones respecto a lo elaborado en la mente.
Se habla mucho sobre la trascendental importancia del logro de la efectividad en nuestra comunicación interpersonal en el trabajo, porque resulta pieza clave en la construcción de relaciones humanas armónicas que nos motiven a rendir más y mejor en lo que hacemos.
Pero en pocas ocasiones se habla de la no menos vital “comunicación intrapersonal efectiva” sin la cual la interacción con otros puede verse debilitada o menoscabada.
Algunos autores se niegan a darle categoría de “comunicación” a este monólogo interior que sostiene cada uno de nosotros consigo mismo.
Lo hacemos en silencio y algunas veces en voz alta, con cierta frecuencia o esporádicamente, pero lo cierto es que no dejamos de sostenerlo ya que es una manera muy sencilla de encontrar solución para los problemas que nos preocupan y de paso legitimar nuestro yo.
Se considera que sí podemos hablar de comunicación intrapersonal y que su práctica cotidiana redunda en beneficio de los otros tipos de comunicación en nuestras vidas. Se trata de un tipo de reflexión consciente en la cual nuestra mente se dirige a nuestros sentimientos y viceversa, tratando de racionalizar nuestras emociones o de sensibilizar nuestro raciocinio.
Ambas partes intercambian mensajes entre sí buscando aclarar sentimientos y/ o ideas a fin de tomar una decisión con respecto a algo o alguien.
Estas conversaciones interiores que pueden preceder, acompañar o seguir a nuestras emocionen desempeñan un crucial papel en la formación de nuestras experiencias.
Supongamos que después de haber escuchado a un compañero de labores reaccionar de una forma muy despectiva ante un pedido de ayuda que le hacíamos, nos decimos a nosotros mismos como desfogue : “Ya verás… la próxima que me necesites te mandaré muy lejos.”, nuestra relación con esa persona se seguirá marcando por impresiones y expresiones negativas que condicionarán la forma en que la trataremos de allí en adelante.
En cambio, si ante el trato poco amable, nos decimos a nosotros mismos:
“Cuando esté de mejor humor le haré ver con mucho tacto que no me agrada que me trate de esta manera”, lo más probable es que evitemos el mayor deterioro de la relación y nos demos la posibilidad de interactuar civilizada y maduramente con esa persona.
Si pensamos en positivo, sentimos emociones positivas y actuamos de la misma manera, nuestras relaciones humanas en el empleo resultarán altamente gratificantes, ya que estarán marcadas por el sello de nuestra buena disposición y actitud favorable hacia los demás.
Fuente: Introducción al Estudio de la Comunicación de la U de Londres