Habiendo llegado al umbral del año 2000, fecha mítica, desde hace mucho tiempo sinónimo de futuro y que será, a partir de ahora, nuestro presente, ¿cómo no preguntarse sobre el estado actual del mundo?
Fenómeno central: todos los Estados se ven arrastrados por la dinámica de la mundialización. Se trata de una segunda revolución capitalista. La mundialización llega hasta los últimos rincones del planeta, ignorando tanto la independencia de los pueblos como la diversidad de los regímenes políticos.
La Tierra conoce así una nueva era de conquista, como durante las colonizaciones. Pero, en tanto que los actores principales de las anteriores expansiones conquistadoras eran los Estados, ahora son las empresas y los conglomerados, los grupos industriales y financieros privados los que pretenden dominar el mundo. Nunca antes los dueños de la Tierra fueron tan pocos ni tan poderosos. Estos grupos están situados en la riadat Estados Unidos-Europa-Japón pero la mitad tiene su base en Estados Unidos. Es un fenómeno fundamentalmente norteamericano.
Esta concentración de capital y de poder se vio formidablemente acelerada durante los últimos 20 años, bajo el efecto de las revoluciones de las tecnologías de la información. Un nuevo salto tendrá lugar a partir de este inicio de milenio, con las nuevas técnicas genéticas de manipulación de la vida. La privatización del genoma humano y el planteamiento generalizado de lo viviente, abren nuevas perspectivas de expansión al capitalismo. Se prepara una gran privatización de todo lo que toca a la vida y a la naturaleza, favoreciendo la aparición de un poder, probablemente más absoluto que todo lo que se haya podido conocer en la historia.
La mundialización no se dirige tanto a conquistar los país es como los mercados. La preocupación de este poder moderno no es la conquista de los territorios, como durante las grandes invasiones o los periodos coloniales, sino el control de las riquezas.
Esta conquista está acompañada de destrucciones impresionantes. Industrias enteras están siendo brutalmente afectadas en todas las regiones, con los consiguientes sufrimientos sociales: desempleo masivo, subempleo, precariedad, exclusión, 50 de millones de desempleados en todo el mundo…Sobreexplotación de los hombres, de las mujeres y – aún más escandaloso- de los niños: 30 millones de ellos lo están en condiciones de gran brutalidad.
La mundialización es también el pillaje planetario. Los grandes grupos saquean el medio ambiente a través de medios desmesurados; sacan provecho de las riquezas de la naturaleza que son el bien común de la humanidad; y lo hacen sin escrúpulos y sin freno. Esto se ve acompañado igualmente de una criminalidad financiera ligada a los medios de negocios y a los grandes bancos que reciclan sumas superiores a los mil billones de dólares por año, es decir, más que el producto nacional bruto de un tercio de la humanidad.
La mercantilización generalizada de las palabras y de la s cosas, de los cuerpos y de los espíritus, de la naturaleza y de la cultura, provoca una agravación de las desigualdades. Mientras que la producción mundial de productos alimenticios básicos representa más del 110% de las necesidades, 30 millones de personas siguen muriendo de hambre cada año, y más de 800 millones están subalimentadas. En 1960, el 20% de población mundial más rica disponía de un ingreso 30 veces más elevada que el 20% de los más pobres. Actualmente, ¡el ingreso de los ricos es 82 veces más alto! Sobre los seis mil millones de habitantes del planeta, apenas 500 millones viven en la holgura mientras que 5.5 mil millones permanecen en la necesidad. El mundo marcha de cabeza.
Tanto las estructuras estatales como las estructuras sociales tradicionales han sido barridas en forma desastrosa Casi por todas partes, en los países del sur, el Estado se hunde. Proliferan las zonas de no-derecho, de entidades caóticas ingobernables, fuera de toda legalidad, sumidas en un estado de barbarie donde sólo los grupos de saqueadores están en capacidad de imponer su ley despojando a las poblaciones. Aparecen peligros de nuevo tipo: crimen organizado, extensión de nuevas enfermedades (sida, virus Ebola, etc. ), contaminación de alta densidad, fanatismo religioso o étnico, efecto invernadero, desertificación, proliferación nuclear, etcétera.
Mientras que, aparentemente, la democracia y la libertad han triunfado en un planeta ampliamente desembarazado de regímenes autoritarios, las censuras y las manipulaciones, bajo diversos aspectos, operan un paradójico y fuerte retroceso. Nuevos y seductores “opios de masas” proponen una suerte de “el mejor de los mundos”, distraen a los ciudadanos e intenta apartarlos de la acción cívica y reivindicativa. En esta nueva era de la alienación, a la hora de la cultura mundial, de la “cultura globalizante” y de los mensajes planetarios, las tecnologías de la comunicación juegan como nunca antes un papel ideológico central para amordazar el pensamiento.
Todos estos cambios, rápidos y brutales, desestabilizan a los dirigentes políticos. En la mayoría de los casos, éstos se sienten desbordados por una mundialización que modifica las reglas del juego y los deja parcialmente impotentes, ya que los verdaderos amos del mundo no son lo que detentan las apariencias del poder político.
Es por ello que los ciudadanos multiplican las movilizaciones contra los nuevos poderes, como se ha visto recientemente con motivo de la cumbre de la Organización Mundial de Comercio (OMC), Seatle. Ellos siguen estando convencidos de que, en el fondo, el objetivo de la mundialización, en este inicio de milenio, es la destrucción de lo colectivo, la apropiación por el mercado y el sector privado de las esferas pública y social. Y están decididos a oponerse.