Ante todo conviene establecer algunos de los rasgos principales que diferencian a la ciudad de los asentamientos rurales.
El tamaño: Por lo general, las ciudades tienen un tamaño superior al de los pueblos. Esta sería, pues, una forma de diferenciar los asentamientos urbanos de los rurales. El problema surge cuando se intenta determinar un umbral, un número mínimo de habitantes, a partir del cual se pueda calificar un asentamiento urbano. ¿Cuál es el número de habitantes necesario para que un núcleo de población pueda ser considerado como ciudad?
Es evidente que no se puede dar una cifra que satisfaga a todos. Entre otras cosas, porque algunos asentamientos de un cierto tamaño poblacional continúan marcados por un fuerte carácter rural. Su población se dedica a la agricultura y la forma de las calles y las casas hace pensar en un pueblo y no en una ciudad. Por eso, más que de ciudades, habría que hablar de «pueblos grandes». Esto ocurre, por ejemplo, en algunas grandes comunidades rurales de China o de la región Africana de El Sahel…
Cabe concluir, pues, que el tamaño de los asentamientos es un criterio necesario, pero no suficiente, para poder calificarlos como urbanos o como rurales. No obstante, y de cara a elaborar estadísticas, la mayor parte de los gobiernos utiliza exclusivamente este criterio para diferenciar la población urbana de la rural. Ello es debido a que, si bien pueden darse algunos casos de clasificación incorrecta, la aplicación de este criterio resulta muy sencilla. En efecto, basta con fijar un determinado tamaño poblacional: los núcleos que no lo superen son clasificados como rurales, mientras que los que sí lo hacen son considerados como urbanos.
La fisonomía: Otro de los rasgos que diferencian a las ciudades de los asentamientos rurales es la fisonomía. Es evidente que los núcleos rurales ofrecen un aspecto distinto al de las ciudades. Así, por ejemplo, éstas suelen tener amplias avenidas, edificios más altos, calles con muchos comercios, etc.
Las actividades económicas: Un tercer criterio de diferenciación: las actividades económicas. Mientras que en los asentamientos rurales predominan las actividades agrarias, en las ciudades la población se dedica sobre todo a la industria y a los servicios.
De esta forma, existe una cierta complementariedad entre la ciudad y el campo. Este abastece a la ciudad de alimentos y de materias primas; pero, en cambio, recibe de ella productos industriales y servicios especializados. En este sentido se dice que la ciudad y el campo tienen funciones distintas.
La combinación de los tres criterios: Finalmente, es importante señalar que cuando se quiere estudiar a fondo un núcleo de población y determinar si es o no urbano, se deben emplear los tres criterios señalados: tanto su número de habitantes como la forma de sus calles y casas y la población empleada en la industria y los servicios.
Solamente cuando se pretende hacer una clasificación sencilla de un conjunto grande de asentamientos bastará con utilizar el criterio del tamaño exclusivamente. Pero por las limitaciones de este criterio así sólo se habrá conseguido una primera aproximación al tema.
La actual situación mundial: Cada vez es mayor la proporción de seres humanos que habitan en las ciudades. Actualmente más de un 40 por 100 de la población mundial es urbana. Pero estas cifras cambian constantemente debido al enorme crecimiento de las ciudades y al éxodo rural. Piénsese que en 1950, hace poco más de treinta años, la población urbana tan sólo re-presentaba un 29 por 100 del total de la población mundial.
Nuevamente aparece un acusado contraste entre los países desarrollados y los subdesarrollados. Al hablar de la estructura profesional de la población, se ha señalado que en los países subdesarrollados predomina el sector primario, mientras que en los desarrollados prevalecen el secundario y el terciario. No es de extrañar, pues, que aparezcan también claras diferencias en cuanto a su grado de urbanización.
En efecto, los países desarrollados están mucho más urbanizados. Más del 70 por 100 de su población es urbana. En cambio, los datos correspondientes al Tercer Mundo son muy distintos: la población urbana tan sólo es ligeramente superior a un 30 por 100 de su población total.
Hacia un mundo de ciudades: Según las estimaciones de las Naciones Unidas, la proporción de personas que viven en las ciudades continuará aumentando de forma acelerada. Si en 1950 tan sólo un 29 por 100 de la población mundial era urbana, en el año 2000 lo será más del 50 por 100 urbanizados, el ritmo más rápido de urbanización corresponderá a los subdesarrollados. Así, en los países desarrollados la población urbana pasará de un 70 por 100, en 1980, a un 78 por 100 en el año 2000.
En el Tercer Mundo el aumento será mucho mayor: de un 30 a un 43 por 100 en esas mismas fechas. Si en vez de cifras relativas se utilizan valores absolutos, se aprecia con mayor claridad la enorme velocidad del ritmo de la urbanización en los países subdesarrollados. En 1950 la población urbana de los países desarrollados era de 449 millones de personas, frente a sólo 275 en el Tercer Mundo. En 1980 se pasó a 834 y 972 millones, respectiva-mente. Y en el año 2000 se llegará a 1.092 y 2.116. Es decir, que si en 1950 la población urbana de los países desarrollados casi duplicaba a la de los subdesarrollados, en el año 2000 esa situación se habrá invertido totalmente.
Porcentaje de población urbana sobre la población total en las grandes regiones del mundo:
Esto significa que mientras las ciudades de los países desarrollados crecerán moderadamente, las del mundo subdesarrollado lo harán de una forma muy rápida. Este vertiginoso crecimiento estará impulsado fundamentalmente por los movimientos migratorios del campo a la ciudad, que hoy ya son importantes, pero que en un futuro próximo adquirirán un carácter masivo.
En resumen, se puede afirmar que la humanidad tiende a construir un mundo de ciudades. El reto de un futuro próximo estriba en poder controlar ese crecimiento, para que las ciudades sean cada vez más habitables. Los problemas más graves aparecerán sin duda en los países hoy subdesarrollados, donde el crecimiento será más rápido y la planificación urbana menos eficaz.