Nuevos esquemas de formación de recursos

La lógica transformación del aparato productivo y del mercado de trabajo responden a la exigencia del mundo cambiante, tanto de la empresa como de la persona.

Por lo tanto, tenemos que entender que las empresas deben implementar sistemas que permitan generar capital intelectual dentro de los sectores productivos.

Hoy en día, los enfoques de la retención, conservación y administración demandan una nueva filosofía para administrar y desarrollar a ese capital intelectual. Hay que crear e impulsar sistemas mediante los cuales los trabajadores tengan la posibilidad de insertarse en el universo de la formación continua para toda la vida, a fin de que acumulen valor a su capital intelectual para la superación personal.

Para alcanzar dichos objetivos el proceso de cambio se basa en la calificación a la competencia, por la que el individuo adquiere, durante los procesos de socialización y educación/formación, un incremento a su activo personal para desempeñar un puesto y cumplir mejor con sus tareas.

Por esta razón, la aplicación de la competencia permite establecer que las tareas son concebidas como un medio cambiante entre los resultados, la dotación de conocimiento y las habilidades del individuo.

Las tareas también evolucionan, por ello los objetivos se hacen más exigentes y obligan al trabajador a proyectar una nueva figura del saber hacer con el saber.

El Sistema Normalizado de Competencia Laboral ayudará a definir las necesidades del aparato productivo con base en conceptos del desempeño de los trabajadores en los centros de producción. También ayudará a verificar y asegurar cuando un individuo ha cumplido con la norma técnica de su competencia laboral y para que, a través de los servicios educativos, transforme sus planes y programas de bases de puestos y oficios con especialidades de carácter académico, a módulos basados en normas de competencia laboral que permitan esquemas de formación más especializada, en concordancia con las necesidades de la empresa. Esto hará que los trabajadores se adecuen a las necesidades del aparato productivo y los sistemas educativos se flexibilicen.

La certificación tiene tres momentos básicos:

  • acreditar la competencia a través de las instancias correspondientes,
  • la acreditación de las instituciones capaces de evaluar a las personas que aspiran a determinada competencia; son las facultadas para emitir el certificado y
  • el acto de certificación a la persona que cumple con los requisitos definidos en la competencia.

El reto para la capacitación y educación es dirigir sus procesos a la globalización (con atención “hacia afuera” de las empresas) y que se a líen a los cambios del mundo actual para hacer de la formación un proceso continuo, flexible y que permita una adecuada permanencia del personal.

Esta es la respuesta a las necesidades de la ventaja competitiva, la cual, hoy en día, se finca en el valor tangible de los recursos humanos que responden a la tercera revolución de los productos: Hacia la mejora de los procesos.