Actuación ética en nuestro campo laboral

Contenido: Introducción. Relaciones armónicas entre empresarios y trabajadores. Nuestras estructuras y decisiones económicas en torno a las organizaciones no deben perjudicar los derechos de nadie. Un criterio más: promover un nivel de vida digno para la mayoría.

Introducción

Finalmente, abordaremos algunos elementos que favorecen la puesta en práctica de los principios anteriormente comentados. No pretendemos hacer una interminable lista de criterios éticos y normas de acción; sólo mencionamos algunos que por su evidente relevancia son aceptados por el sentido común, aunque también sean a veces expresa y comúnmente rechazados en la práctica.

Antes que nada, hemos de tener en cuenta que ni el poder, ni el captar el mercado, ni obtener utilidades, ni la empresa en sí, ni nada que se tenga como fin en relación con las realidades humanas puede convertirse en fin último y total como para someter a ello descomunales recursos, energías o creatividad a costa de relegar los valores éticos.

Si tenemos en cuenta que algunos sectores del mundo económico, político y social, así como un número de negocios no se guían por criterios muy dignos ni de calidad humana, se hace evidente la necesidad de un gran cambio de mentalidad y de costumbres hacia actitudes éticas y por lo tanto más humanizantes, a corto y a largo plazo.

Seamos realistas. La economía vista de una manera aislada no es la solución a los principales problemas de la humanidad. La solución se encuentra cuando la generación de riqueza está íntimamente ligada a la justicia y a la solidaridad. Si no se logra la fusión de esta trilogía, difícilmente se estará hablando de un auténtico desarrollo. La solución de un estado de crisis no es la vida sin problemas, sino la vida con coraje de vivirse.

Estamos precisamente viviendo momentos que invitan a revisar las soluciones propuestas por los modelos económicos utilizados en fechas recientes, para llevar adelante una transformación social; ello en gran parte porque, al no ir acompañados de la justicia y de la solidaridad, se han agudizado problemas como el empobrecimiento, el atropello de los derechos, la destrucción de una equilibrada jerarquía de valores, la regularización indiscriminada del mercado y la reducción del gasto social, con todo lo cual se crean condiciones de vida infrahumanas.

Ante las experiencias vividas recientemente toda la sociedad: Estado, empresarios y ciudadanos, deben voltear la mirada en busca de horizontes más humanos y de propuestas más dignas de nosotros. Pero, ¿qué significa actuar éticamente para los políticos, empresarios, ejecutivos, trabajadores en sus respectivos campos? En realidad, ya lo sabemos: pensar, decidir y ejecutar acciones que vayan de acuerdo con la dignidad personal y social, y no pisotear valores superiores en aras de otros inferiores. Como criterios de acción concretos que nos ayuden a la aplicación de los anteriores principios podemos comentar someramente lo que sigue:

Relaciones armónicas entre empresarios y trabajadores

Esto implica tener un desarrollo que promueva en todo el país un mejor nivel de vida para todos; que el salario sea suficiente; que las prestaciones sean justas; que las condiciones de los contratos de trabajo respeten la dignidad del trabajador. En síntesis sin esta armonía es muy difícil que se administre una empresa éticamente.

Acerca del salario, es claro que éste significa la base de las buenas relaciones entre patrón y trabajador, mientras que un salario injusto provoca resultados mediocres en una empresa. El salario debe permitir el acceso a una vida digna para el trabajador y su familia.

Debe tenerse en cuenta la situación de la empresa para determinar el salario. Sin olvidar el bien de sus empleados y el bien común. Para poder hacer efectiva esta medida de sentido común, quienes dirigen las organizaciones tienen que supeditar la generación de riqueza a los criterios éticos aquí comentados. Hay, pues, que cambiar la mentalidad de pensar que el único fin de la empresa es el incremento patrimonial descuidando las normas de ética.

Nuestras estructuras y decisiones económicas en torno a las organizaciones no deben perjudicar los derechos de nadie

Esto implica, entre otras cosas, que el Estado proteja los derechos del trabajador; que promueva y apoye a las empresas; que no existan monopolios; estimular a los empresarios a invertir capital en la creación de fuentes de trabajo; que los sindicatos sean efectivos en su función, y evitar la competencia desleal en el mercado.

Tampoco el Estado debe perjudicar los derechos de nadie. Ha de moderar la carga de contribuciones y cumplir con su trabajo creando confianza para propiciar un crecimiento estable de la economía. No tiene por qué estorbar las iniciativas de trabajo y creatividad en el ámbito de la iniciativa privada, ni lesionar la libertad individual con infinidad de condicionamientos fiscales, burocráticos o legales. Debe ser un auténtico promotor de la creación de empleos, a través de reglas claras y fijas que generen confianza a través de la cual se sustenta el desarrollo de un país.

Las políticas del Estado deben dinamizar la creación de fuentes de trabajo, la subsidiariedad en los distintos niveles sociales y la descentralización; estabilizar la economía y dar acceso cada día más fácil a los bienes materiales de producción, servicios y consumo; y suprimir tantas desigualdades entre los sectores económicos. ¿A quién, si no al gobierno, compete propiciar relaciones de respeto, estima y colaboración entre empresarios, trabajadores y dirigentes?

En momentos críticos, los sectores más favorecidos tienen la obligación ética de promover ayudas emergentes para los más desfavorecidos y aceptar ciertas medidas por el bien común, tales como: crear fondos especiales de ayuda y subsidio. Ejemplo de esto es el impuesto especial creado por los empresarios de Chihuahua para apoyar a la comunidad, especialmente a los más desprotegidos.

Un criterio más: promover un nivel de vida digno para la mayoría

Todos tenemos derecho a este nivel de vida y el marco ético de nuestras empresas no tiene por qué lesionarlo. El criterio de la solidaridad es vital en este apartado. En vez de alentar ideologías, sentimientos y estructuras que fomentan la injusticia, la desigualdad y hasta la lucha de clases, debemos preocuparnos cada vez más porque se genere un ambiente de concordia y colaboración. Necesitamos cambiar algunas líneas de acción: subordinar el progreso en función de las exigencias del bien común; evitar inversiones infructuosas o dañinas para la ecología, la estabilidad social y la paz humana; no apasionarnos con un solo modelo económico ni aferrarnos a él, sino buscar algunas adaptaciones que aceleren un auténtico desarrollo para todos. Lo que sufrimos a nivel internacional, lo llevamos a cabo en nuestra propia casa, pues entre nosotros mismos ahogamos toda posibilidad de desarrollo digno.

Debemos ser decididos para frenar el consumismo excesivo que toca fibras delicadas del ser humano con publicidad dominante y agresiva; tener más confianza en nosotros mismos, en nuestra propia cultura mexicana; aprovechar los propios recursos naturales y humanos; y respetar los valores autóctonos y reconocer su riqueza cultural.

El nivel de vida digno al que todos tenemos derecho incluye el acceso a bienes elementales y vitales como: alimento, vivienda, trabajo, educación, salud, seguridad social, descanso, asociación, etcétera. Ahorro, vida sobria y sin lujos superfluos es un camino a nuestro alcance para que otros puedan vivir con lo elemental. Así todos ganamos porque se juntan dos actos de calidad: la justicia y el reconocimiento de la dignidad de persona de nuestros semejantes con iguales derechos que yo. Una vez más se cumple el axioma de que se le pide más al que más se le da. Esto no es posible cuando se tiene la conciencia hueca de valores y de inteligencia. Quien tiene una mente corrupta no puede actuar de otra forma ni entenderá la probidad en las costumbres privadas y públicas como posibilidad para que otros gocen también de una vida digna.

La utopía de una sociedad con altos niveles de vida no es tan lejana e irreal como a veces pensamos. En la historia de la humanidad, se han dado ejemplos de sociedades con niveles de vida dignos para la inmensa mayoría. ¿Por qué no repetir de nuevo la experiencia y demostrarnos que es más fuerte la dinámica del bien y la excelencia, que la del mal?

Confiados en que el sentido común de la propia dignidad nos dictará otras muchas recomendaciones éticas para nuestro campo concreto de acción y decisión empresarial, concluimos este capítulo con una invitación a vivir y experimentar la propia vida con dignidad, atendiendo la llamada constante de los valores y disfrutando el goce y la satisfacción que esto trae consigo.

A este respecto, conviene tener presente que, de acuerdo con las investigaciones de Goleman, es muy importante saber administrar las emociones como la impaciencia, el enojo, el estrés, etcétera; y que existen técnicas para este fin. Si no se da esta sabia administración de las emociones, difícilmente se podrá vivir de acuerdo con los valores descritos en este capítulo. El autor mencionado ha descubierto que tiene mayor éxito en las organizaciones un líder con mayor coeficiente emocional que uno con alto coeficiente intelectual.

Son pocas actualmente las personas que pueden gozar de un éxito arrollador en sus negocios, precisamente porque el precio de un triunfo en valores materiales es muchísimo más caro de lo que creemos. Es el precio de la propia dignidad involucrada en la sociedad de una economía sin ética y sin principios superiores. Esto puede tolerarse un tiempo, pero no toda la vida.

El reto de los valores nos reclama por todas partes, y cuesta menos que el reto de la crisis total. El camino es claro, la meta está trazada; falta quien la recorra. ¡Anímate! Los puntos de orientación ya los sabemos: la propia dignidad, la igual dignidad de todos, la actuación valiosa por una jerarquía correcta de valores. La recompensa no se hará esperar, tendrás una organización exitosa con el perfil de empresa competitiva, pero sobre todo la satisfacción de dirigir una institución donde el principio y el fin es la persona humana.

Fuente: Apuntes de Desarrollo empresarial de la Unideg