Competencia emotiva

La competencia intercultural emotiva se produce, cuando las personas son capaces de proyectar y de recibir las respuestas emocionales positivas antes, durante y después de las interacciones interculturales.

Las relaciones emotivas son también muy importantes en la comunicación, en general, y en la comunicación intercultural en particular.

Uno de los problemas emotivos de la comunicación intercultural es la ansiedad. La ansiedad es un elemento emotivo que puede perturbar la interacción intercultural (Gudykunst, 1995:12); una respuesta emotiva a situaciones en las que se prevén que pueden darse consecuencias negativas; es un desequilibrio generalizado que nos hace sentir incomodos o preocupados.

Si la ansiedad experimentada es de un nivel demasiado alto, nuestra comunicación intercultural será ineficaz, pero si por contra es demasiado bajo, no se estará motivado para iniciar la comunicación.

Una habilidad que debemos ejercer para controlar nuestra ansiedad es la tolerancia frente a la ambigüedad.

Es decir, se ha de ser capaz de ser eficaz precisamente en las situaciones en las que la mayoría de la información que necesitamos, para actuar efectivamente, nos es desconocida (Gudykunst,1993:59).

Otro elemento bastante importante es nuestra capacidad empática. La empatía es la facultad de identificarse con el otro, de sentir lo que él siente. Es decir, se trata de ser capaz de comprender y de experimentar los sentimientos ajenos, pero a partir de los referentes culturales del otro.

Finalmente, la motivación es otro de los elementos importantes. ¿Cuáles pueden ser las motivaciones para iniciar una comunicación intercultural? Inicialmente se debe dar el interés hacia las demás culturas.

Pero hay que prevenirse contra el interés hacia lo anecdótico o dirigido, exclusivamente, a reafirmar la bondad de nuestros valores en relación a las otras culturas.

Se trata de otro tipo de interés o de deseo. De hecho, se trata de una pluralidad de deseos que se pueden producir en cascada, sucesivamente.

En primer lugar, tenemos el deseo de conocer. La curiosidad, el interés para conocer a las otras culturas con formas de actuar semejantes o diferentes es uno de los principales motores de la motivación.

Pero, como ya he apuntado anteriormente, no hay que caer en la trampa del exotismo, que se limita a una mirada superficial sobre las culturas. En segundo lugar, aparece el deseo de aprender. La necesidad de tener gratificaciones simbólicas o materiales es una de las razones para establecer la comunicación.

El aprendizaje puede ser una buena gratificación en este deseo de conocimiento. Pero hay que tener una buena disposición hacia al aprendizaje a fin de enriquecernos con la comunicación intercultural.

En tercer lugar, se debe dar el deseo de romper las barreras culturales. La atracción hacia lo intercultural nos obliga a estar dispuestos a cambiar. Al menos debemos aceptar el reto de una mirada sin prejuicios y de comprender otros modelos de interpretación de la realidad.

Como señala Weber,se tiene que dar cuenta de que todas las culturas poseen una coherencia propia que cada una identifica con la verdad.

Por tanto la reflexión intercultural ha de desembocar en la constatación de que la verdad es plural y relativa y que cada cultura tiene que trabajar en la superación de sus propios horizontes si quiere comprender más libre y objetivamente los valores del otro.

En cuarto y último lugar, estaría el deseo de re-conocernos, de conocernos de nuevo. Es decir, de re-construir nuestra identidad. El tema de la identidad es suficientemente importante como para desarrollarlo algo más, ya que me parece un tema esencial en la comunicación intercultural.

Si es gracias al otro que formamos nuestra identidad personal, es gracias a las otras culturas que tenemos una identidad cultural. Pero «la idea de una identidad como una cosa unitaria, estable y fija por encima del tiempo es, seguramente, una ilusión a pesar de su funcionalidad» (Fitzgerald, 1993:13). Nuestra identidad personal es plural, como también lo es la identidad del otro.

En relación a la identidad cultural, Todorov (1988:22) afirma que la cultura sólo puede evolucionar a partir de los contactos interculturales. Es decir, que lo intercultural es la base de lo cultural (Botey, 1996:4).

Se trata simplemente de descubrir el origen intercultural de nuestras culturas. Como señala Kymlicka (1996: 40) «la mayoría de los países americanos son multinacionales y poliétnicos, como la mayoría de los países del mundo.

Sin embargo, muy pocos países están preparados para admitir esta realidad». Es curioso cómo el mestizaje cultural de los países se suele ocultar, asumiendo sobre todo como propio aquello que da una imagen impoluta de la identidad cultural del país.

Sin embargo, la interculturalidad de la cultura española o de la cultura catalana, si se quiere, es bastante fácil de descubrir. Es decir, que la identidad cultural es, al menos en su origen, también plural.

En relación a la identidad de las otras culturas, considero también muy interesante la idea de Hassanain (1995:25) que cree que se debe hablar del derecho a la semejanza. Se habla mucho del derecho a la diferencia, pero muy poco del derecho al reconocimiento en las otras culturas. Creo que es muy importante intentar reconocernos en otras culturas.

Fuente: Introducción al Estudio de la Comunicación de la U de Londres