Lengua francesa

Introducción

Lengua románica que forma parte de la subfamilia itálica, la cual a su vez pertenece a la familia indoeuropea. Es el idioma del pueblo francés; también es idioma oficial de Bélgica, Suiza y de los países y regiones que son o han sido colonias francesas como: Guyana Francesa, África noroccidental, Indochina, Haití, Madagascar y el Canadá francófono.

Orígenes

El territorio de lo que hoy es Francia empezó a ser poblado por los galos alrededor del Siglo VII a. C., los cuales hablaban idiomas celtas que no poseían escritura. Hacia el suroeste, los aquitanos hablaban probablemente una lengua precursora del vasco, pero desconocían la escritura. En la zona de Massilia (la actual Marsella) los habitantes de las colonias griegas hablaban y escribían en este idioma, pero no lo difundieron más allá de sus colonias.

Todos esos idiomas y otros hablados en la antigua Galia seguramente fueron desapareciendo con la colonización romana y la progresiva implantación del latín. Con el declive del Imperio romano, una serie de pueblos de origen germánico llegaron a la Galia romana. Entre ellos, dos se establecieron de modo más consolidado: los francos en el norte y los visigodos en el sur, con el río Loira como frontera.

A pesar de que ambos pueblos hablaban sus propias lenguas, pronto adoptaron el latín hablado por la población. No obstante, el idioma hablado por los francos está en el origen del neerlandés que es un idioma germánico hablado hoy en día en sus distintas variedades en los Países Bajos, donde se le denomina holandés, en parte de Bélgica y en el norte de Francia.

Durante mucho tiempo, el idioma hablado en el norte de Galia (en realidad ya Francia) es un latín más o menos evolucionado, con grandes influencias, fundamentalmente fonéticas del idioma germánico hablado por los francos. Al sur, la evolución es diferente, por lo que poco a poco se van diferenciando dos lenguas con una frontera que en principio se marcará en el Loira, aunque a lo largo de la historia irá desplazándose cada vez más hacia el sur, debido al empuje político de una Francia cuyo centro político estaba en París, ya que a partir de la Revolución francesa la lengua francesa pasó a ser un elemento identificador e igualador de todos los franceses. La langue d’oïl (oïl ha evolucionado en oui) se hablaba en la zona norte y el langue d’oc en el sur. La línea de separación iba del Macizo Central a la desembocadura del Loira en Nantes.
Nacimiento del francés

De cualquier modo, no resulta sencillo establecer el momento en el que el latín vulgar se transforma en francés o provenzal, pero ese momento hay que situarlo entre los siglos VI y IX. A partir del siglo VII ya se cuenta con testimonios de que la lengua hablada en el territorio de la actual Francia es diferente del latín y del germánico.

El documento fundamental es el de los Juramentos de Estrasburgo (842), que se considera el texto más antiguo escrito en protoromance, en los que las diferentes tropas de los nietos de Carlomagno, Lotario, Carlos el Calvo y Luis el Germánico juran respeto a la división que se produce tras la muerte de Luis el Piadoso y que está marcada por el Tratado de Verdún, y se ven obligados a hacerlo tanto en latín, como en germánico y en un idioma romance, a caballo entre el latín y el francés. En Francia, los dos grandes dialectos romances antes mencionados pasarán a ser conocidos con los nombres de langue d’oc y langue d’oïl (en función del modo en que se decía “sí”). El francés actual es heredero de este último.

Poco tiempo después empieza a aparecer una literatura escrita por clérigos en este nuevo idioma, que con la aparición de los primeros textos literarios (el primero es la Secuencia de Santa Eulalia), entre los que destaca el Cantar de Roldán, el idioma romance fue consolidándose y diferenciándose cada vez más del latín. Poco a poco se transformó de idioma declinado en idioma analítico, en el cual el uso de preposiciones y el orden de las palabras en la oración reemplazan al sistema de casos.

Evolución

Durante la alta edad media al norte y al sur del río Loira iniciaron su evolución dos lenguas diferentes. Estaban consolidadas como dos idiomas distintos ya a finales del siglo XIII, la lengua de Oïl al norte y la de Oc al sur. Se llaman así por la distinta evolución que tiene el vocablo de afirmación ‘sí’ en cada una de ellas, Oïl y Oc. La principal diferencia entre ellas reside en el tratamiento diverso que recibe la vocal latina a en sílaba libre y posición tónica. En la lengua de Oïl (langue d’Oïl) se convierte en e, pero queda intacta en provenzal, principal dialecto de la de Oc (langue d’Oc); por tanto la palabra latina marem (‘mar’) es mer en langue d’Oïl y mar en provenzal. Cada una de ellas dio origen a varios dialectos.

Los principales dialectos de la lengua de Oc además del provenzal son el gascón, languedociano, auvernés, lemosín y bearnés. Esta lengua fue también llamada por el nombre de uno de sus dialectos, el provenzal, ya que en ella se desarrolló una importante escuela de poetas y trovadores, muy estimada en la edad media. Su mejor momento coincide con el siglo XII, lo que al parecer dio lugar a su breve supremacía con respecto a la lengua de Oïl, pero pasado ese tiempo perdió su hegemonía con gran rapidez. Durante el siglo XIX se realizaron importantes esfuerzos por revitalizar el provenzal como lengua poética y literaria y los llevaron a cabo un grupo de personas conocidos como Félibrige, que encabezaron Frédéric Mistral y Joseph Roumanille.

Sin embargo, no tuvieron repercusión y hoy se emplea en raras ocasiones como dialecto literario. La langue d’Oc o provenzal ha contribuido con unas quinientas palabras al léxico general del francés contemporáneo de las que son testimonio bague (‘anillo’), cadeau (‘regalo’) y velours (‘terciopelo’).

Los principales dialectos de la lengua de Oïl recibieron el nombre de las provincias septentrionales en las que se hablaban: el franciano de Île de France, en la región de París, el normando de Normandía, el picardo en Picardía, el pictavino o poitevino de la provincia de Poitou, cuya capital es Poitiers, y el borgoñón de Borgoña.
En el 987, año en que sube al trono Hugo Capeto, París se convierte en sede de la Corte y la lengua que allí se habla, comienza a dominar los demás dialectos de la misma manera que la corte de París es un modelo importante para la nobleza de otras regiones. El francés moderno es la forma derivada directamente del dialecto de Î’lle de France, que durante la edad media desplazó a todos los demás.

Durante los siglos XII y XIII, la lengua de Oïl era muy conocida en Europa. Fue la lengua de la corte de Nápoles. Los príncipes y nobles germanos fueron educados por preceptores nacidos en Francia que enseñaban su lengua a los niños y en Inglaterra durante los dos siglos posteriores a la conquista normanda (1066), el francés rivalizó con el inglés como lengua hablada y casi lo eliminó como lengua literaria.

A lo largo de la edad media el francés incorporó numerosos arabismos, por el prestigio que para los sabios y estudiosos franceses tuvo la ciencia y la cultura árabe y además por estar en contacto con ellos, bien por la invasión que los árabes hicieron a sus tierras y países próximos, bien por el contacto directo que tuvieron los cruzados franceses con el imperio árabe. Entre los arabismos hay que señalar los términos chiffre (‘cifra, número’), tecnicismo de su época; girafe (‘jirafa’); épinard (‘espinaca’) y jupe (‘falda’).

La guerra de los Cien Años entre Francia e Inglaterra, que devastó el territorio francés y tuvo lugar entre los siglos XIV y XV, supuso un impulso popular en favor del nacionalismo francés y la aceptación del dialecto de la corte como norma lingüística nacional. El siglo XVI trajo consigo un gran avance en este idioma. De acuerdo con la ordenanza de Villers-Cotterêts, el rey Francisco I declara que el francés tal y como se habla en Île de France, concretamente en París, que se conoce por franciano, sea la lengua oficial del Reino.

En la segunda mitad del siglo XVI y durante el reinado de Enrique III (1574-1589), el grupo de poetas y escritores que se conoce por la Pléyade, que incluía a Joachim du Bellay y Pierre de Ronsard, afirmaba que el francés era una lengua apta para la prosa y el verso. Afirmaban que el idioma necesitaba cierta reforma que debía tomar por modelo la norma expresada por los genios de la literatura griega y romana. Du Bellay incorporó estos principios a su obra Défense et Illustration de la langue française (1549; Defensa y alabanza de la lengua francesa).

El francés como lengua internacional

A principios del siglo XVII el poeta François de Malherbe triunfó al lograr una norma exacta para usar las palabras francesas en sus obras poéticas y críticas. Esta norma hizo de la lengua un instrumento muy cuidado, para que se expresara de forma clara y concisa cualquier razonamiento. Un paso decisivo para la normativa y la reforma del francés fue la compilación del Diccionario que patrocinó el cardenal Richelieu en el siglo XVII al fundar la Academia Francesa, en el año 1634.
La Academia inició en 1639 la redacción oficial del Diccionario, que fue editado por primera vez en el año 1694, edición a la que han seguido otras nueve ediciones, la última en 1932-1935. Durante el reinado de Luis XIV, el idioma alcanzó el punto culminante de su historia, convirtiéndose en lengua internacional de Europa, sobre todo en el ámbito diplomático y científico.

En el siglo XVII, el francés adquiere básicamente su forma actual. Las terminaciones flexivas, heredadas del latín casi se han omitido en la lengua hablada, no así en la escrita, y para marcar sus relaciones sintácticas emplea los sintagmas preposicionales y el orden que siguen las palabras en la oración. La publicación del diccionario, básicamente literario, así como el haberlo impreso en su totalidad, son una contribución a la estabilidad de la lengua. Los cambios que han tenido lugar después, se han limitado a modificar la pronunciación, a simplificar la escritura, como los recientes cambios ortográficos vinculados a los signos de acentuación, o a introducir neologismos.

Las guerras con Italia durante la primera mitad del siglo XVI tuvieron por resultado la aparición de unas ochocientas palabras, que básicamente son de dos tipos: las que proceden del mundo de las artes, como fugue (‘fuga’) y opéra (‘ópera’) y las relacionadas con los términos militares, como colonel (‘coronel’) y soldat (‘soldado’). Como consecuencia de las guerras con España a principios del siglo XVII se introdujeron unos doscientos hispanismos como chocolat (‘chocolate’), cigare (‘cigarro’) o nègre (‘persona de raza negra’); por razones análogas toma del alemán unas pocas palabras como blinder (‘blindar’) y cible (‘blanco de tiro’).

En 1795 se funda el Instituto de Francia, heredero de la Academia, que saca otra edición del Diccionario tres años después; su apéndice incluía unas cuantas palabras que se habían acuñado durante la Revolución Francesa. Entre las que perviven divorcer (‘divorciarse’), guillotiner (‘guillotinar’) o burocrate (‘burócrata’). El español ha recibido muchos galicismos a lo largo de la historia por tratarse de dos lenguas y países vecinos; son de origen francés las palabras afán, Alemania, jamás, joya, salvaje, barón, batalla y hereje, que entraron en nuestra lengua a lo largo de la edad media.

Son galicismos introducidos a partir del XVIII bayoneta, bufanda, gabinete, garaje, funcionario, brillar, bidé, catastro, detalle y espectador, así como algunas expresiones del tipo poner en ridículo y plegarse a las circunstancias. En Río de La Plata tanto el lunfardo (argot argentino) como el habla coloquial poseen gran cantidad de galicismos. Son ejemplos Chance (oportunidad), Chicana (Triquiñuela), Chiqué (camelo) y decolage (despegue).