El desarrollo de la cultura comienza con la formación del lenguaje que también inicia, en ese momento, la historia de la comunicación. Mediante el lenguaje el hombre podrá establecer relaciones indirectas con las cosas, nombrándolas en su ausencia y, al mismo tiempo, podrá intercambiar informaciones con sus semejantes, es decir, que será capaz de construir los vínculos sobre los cuales se organiza una civilización. Pero para hablar es necesario tener algo que decir. Antes de que las palabras fabricaran un lenguaje, nuestro sistema sensorial tuvo que organizarse como percepción, es decir, como hecho cognitivo o intelectual susceptible de aportar los contenidos de la reflexión lingüística posterior.
Al principio pues de todos los procesos de relación, el hombre tuvo que ser capaz de percibir, es decir, de organizar los estímulos del mundo sensible mediante una estructura mental que pudiera darles un sentido. Indudablemente la imagen mental, que ya es un estímulo organizado, tuvo que preceder al invento de la palabra articulada porque las palabras designan objetos previamente reconocidos. Lo que, por otro lado, no quiere decir que la producción material de figuras, el dibujo, la escultura, sea también anterior a la verbalidad ya que la figuración requiere de capacidades intelectuales y manuales necesariamente posteriores a la adquisición del lenguaje hablado. De modo que el lenguaje escrito, que en principio utilizó imágenes visuales simples vino, después de esos primeros logros perceptivos y expresivos, a concluir el proceso de la comunicación.
Con seguridad la primera imagen icónica aparece con el rasgo, quizá involuntario, que un instrumento dejó sobre la superficie de un material más blando, estrictamente, como la huella de una acción, el signo de un acontecimiento ausente. Al principio debió interesar la representación puramente señalizadora y sin embargo sólo a partir del momento en que el hombre adquiere la capacidad de reconocer las múltiples formas de los objetos, de traducirlas visualmente y de organizar el significado de todas ellas, fue capaz de iniciar la construcción del lenguaje escrito. La representación propiamente figurativa de la realidad, aquella que intenta sustituir al objeto que toma como modelo, debió aparecer mucho después, cuando los pueblos pudieron justificar culturalmente la producción individual.
De la misma manera que la percepción es un proceso activo que nos permite reconocer en los estímulos externos, al mismo tiempo, tanto las diferencias que particularizan los objetos como los rasgos comunes que los reúnen las -hojas y el follaje- el lenguaje verbal es capaz también de dar cuerpo al pensamiento concreto y al abstracto -en el árbol que veo tras la ventana y en el árbol como entidad biológica-. Sin embargo, esa doble función sólo se mantiene parcialmente porque la existencia misma de las palabras se apoya en una generalización básica que permite señalar, con una sola de ellas, a una multitud de objetos individualmente distintos, y la misma palabra “hoja” designa a la que tengo en la mano y a las que corresponden a todas las especies vegetales. Es imposible inventar.
El diseño de la información
El cuadro gráfico debe ser ético, en su propósito de mostrar un contenido objetivo y veraz, acorde con la realidad. No se necesita llenar de elementos visuales para hacer al gráfico más atractivo; «hay que ser sencillo y económico con los elementos» y no distorsionar la información en un afán de ser diferente. Muchos artistas tratan de buscar nuevas formas visuales para enriquecer sus gráficos y cometen errores de precisión con la información, distorsionándola y restándole veracidad. La tridimensionalidad puede ser muy atractiva pero también engañosa.
Fuente: Apuntes de La Infografía de la U. de Londres