Cada lenguaje comunicante está compuesto por diversos códigos que constituyen las partes básicas del lenguaje visual. Y cada código comunicativo está formado a su vez por un sistema organizado de signos, que forman los subcódigos o componentes del código.
De ahí que un código, al estar compuesto por conexiones entre significantes y significados, puede denominarse también sistema de signos.
Un sólo plano de los que integran las documentaciones técnicas de cualquier obra de arquitectura es un código.
Sólo basta suponer el esfuerzo que significaría transmitir verbalmente los datos de un cálculo estructural, un detalle de carpintería o de una instalación sanitaria para confirmar que el código de representación arquitectónica es un instrumento necesario e indispensable para la transmisión de datos durante la construcción de las obras.
Pero hay códigos, que, aunque ligados como aquél ala transferencia de mensajes, tienen sin embargo otras leyes.
Es el caso de un sistema de señales para los juegos olímpicos, en los cuales la comunicación visual se establece entre un emisor y amplios grupos humanos que pertenecen a diferentes pueblos, sociedades o culturas, en un diálogo que adquiere proyección universal.
En ambos casos se hace evidente la existencia de un emisor y de uno o más receptores. En el plano, el emisor es el proyectista de la obra y el receptor el constructor. Ambas entidades son técnicas, se manejan con convenciones preestablecidas.
El código resultante es hermético, no accesible para quien no lo conoce. Pero el sistema de señales para una olimpiada es un código abierto, amplio, de puntas libre, porque debe ser decepcionado y comprendido por la mayor cantidad de personas.
Fuente: Introducción al Estudio de la Comunicación de la U de Londres