Con el desarrollo de la urbanización que siguió rápidamente a la agricultura y su última consecuencia, la industrialización, ya se perfilaban ante nosotros los actuales problemas del aprovechamiento de los recursos naturales, el exceso de población y la contaminación de nuestro ambiente. A pesar de nuestra larga investigación de la historia de la especie humana, pueden distinguirse varias tendencias al trazar el camino desde los sencillos cazadores recolectores a las complicadas y preocupadas sociedades humanas que existen en la actualidad.
La tendencia más fundamental, desde los campamentos más primitivos del Pleistoceno, en la base del desfiladero de Olduvai hasta el Londres o Nueva York modernos, es acrecentar el aprovechamiento de la energía libre del ambiente. Como escribió un sabio chino (Tang Zhong), “la naturaleza proporciona la fuerza del caballo, la humanidad, los arneses”. Esta captación de energía no afecta solamente al alimento y su consumo, sino también al empleo de combustibles y al aprovechamiento de fuentes de energía como los ríos, el viento, etc. La importante distinción entre utensilios y medios es fundamental. Durante la larga etapa de los tiempos del Pleistoceno temprano, la humanidad dependía de una tecnología basada esencialmente en los utensilios. Una tendencia muy marcada en la dependencia de medios (presas, embalses, casas, canales de irrigación, recipientes, etc.) caracterizó las adaptaciones del Pleistoceno terminal y del pospleistoceno, y supuso el control de la energía. Las máquinas, que son instalaciones complejas de utensilios y medios, aparecen relativamente tarde en la prehistoria; el atl-alt y el arcola flecha son ejemplos de máquinas primitivas.
Sin embargo, desde los primeros asentamientos urbanos en adelante, las máquinas desempeñan un papel cada vez más importante en ayudar a la gente a capturar, domeñar y transformar la energía de su entorno. Una segunda tendencia que podemos ver en las adaptaciones humanas es la capacidad de situarse a caballo de un número creciente de niveles trópicos. Desde la dieta primariamente vegetariana de los homínidos más primitivos a la compleja cocina de que gozan las civilizaciones superiores, esta tendencia es sorprendente.
A medida que los seres humanos extendían su área de distribución desde los trópicos y los subtrópicos hacia los ambientes templados y árticos, la cadena trópica no sólo se hizo más larga, sino que la gente dependía de vegetales y de consumidores de varios niveles. La ventaja de haberse adaptado a varios tipos de alimento es que la escasez en el suministro de un tipo de comida puede compensarse con la abundancia de otro. Cuando mayor es el número de alternativas, mayor es la flexibilidad y la seguridad del recurso base, pero también es mayor el potencia de destrucción ambiental.
Una tercera tendencia que aparece como corolario del uso sistemático de recursos no ganados es una dependencia creciente en los medios de almacenamiento y transporte. Con el desarrollo de la agricultura, esta necesidad fue muy importante. La existencia de cualquiera de las grandes ciudades modernas no sería posible sin un complejo de medios de almacenamiento y transporte para mercancías, tales como alimentos, agua, combustible y otras materias primas.
Vemos el inicio de estas tres tendencias en los primeros estadios de la evolución humana. El uso regulado del fuego hizo posible la explotación de una gama más amplia de alimentos y combustibles, el abanico trópico aumentó, y los depósitos de alimentos fueron un factor importante en las zonas templadas. Pero con la obtención de recursos no ganados, hacia el final del Pleistoceno, el sedentarismo y la expansión de la población resultante, estas tres tendencias se aceleraron sistemáticamente, junto a la evolución cultural. Es el transporte y el almacenamiento de comida y combustible lo que ha hecho posible el reciente y espectacular desarrollo de la tecnología. La supervivencia de la civilización depende claramente del mantenimiento de fuentes de energía permanentes (como la energía atómica, solar o marítima) cuando las reservas de petróleo se agoten, que es lo que ocurrirá inevitablemente en el próximo siglo.