Introducción
El Virreinato de Nueva España fue una entidad territorial integrante del Imperio español, establecida por la Corona durante la etapa de su dominio en el Nuevo Mundo, entre los siglos XVI y XIX. Fue creada tras la conquista de los pueblos indígenas establecidos en la zona meridional de América del Norte.
La empresa de la conquista inició en 1519 y propiamente no concluyó, pues el territorio de Nueva España siguió creciendo hacia el norte a costa de los territorios de los pueblos indígenas del desierto, algunos de los cuales nunca fueron sometidos por los españoles. La conquista de Nueva España tuvo uno de sus hitos más importantes con la derrota de México-Tenochtitlan por parte de las tropas de Hernán Cortés en 1521.
El Virreinato de Nueva España fue establecido oficialmente el 8 de marzo de 1535. Su primer virrey fue Antonio de Mendoza y Pacheco y la capital del virreinato fue la Ciudad de México establecida sobre la antigua Tenochtitlan. El virreinato de Nueva España llegó a abarcar los territorios de España en Norteamérica, Centroamérica, Asia y Oceanía.
La organización del territorio se originó a partir de las encomiendas, que eran otorgadas preferentemente a aquellos conquistadores que participaron en la conquista de México, y por ello los encomenderos tenían el poder absoluto y se encargaban de organizar el trabajo de sus habitantes en sus respectivas demarcaciones.
Los recursos minerales hallados bajo el suelo de la Nueva España, con importantes centros mineros como Guanajuato, San Luis Potosí e Hidalgo, constituyeron una de la más grandes fuentes de riqueza para la corona, utilizadas en Europa para financiar gastos de Estado, costes de guerras o para acuñar moneda circulante. El virreinato también fue uno de los principales puntos de occidentalización en América.
Inquisición en México
Aunque se sabe que hubo actividad inquisitorial en México casi desde la llegada de los conquistadores, no es sino hasta 1571 cuando se establece el Tribunal del Santo Oficio de manera formal. El obispo, fray Juan de Zumárraga es considerado el primer inquisidor de la Nueva España, pues obtuvo ese nombramiento en 1535, mas como no existía propiamente el Tribunal, su cargo fue sólo nominal. Hacia 1540 ejercería el poder inquisitorial contra un indio al que condenó a la hoguera.
Su severidad le acarreó al obispo una reprimenda y a los indígenas los exoneró de ser juzgados por la inquisición ya que se les considero nuevos en el cristianismo. Sin embargo, entre el resto de la población novohispana, hubo muchos casos de persecución.
Control político a través de la Iglesia
La Corona sujetó de manera estricta a la Iglesia, quizá más que cualquier otra monarquía europea, ya que bajo el Patronato Real la hizo otra rama del gobierno, otro medio eficiente de control político sobre los gobernados. La Iglesia hispanoamericana quedó ligada a Roma a través de tenues lazos, dentro de la órbita del Consejo de Indias y no del papado romano.
Sin embargo, fue una institución poderosa en la Nueva España. Gozó de fuero especial y conformaría uno de los sectores conservadores de México. Su fuerza fue evidente en lo espiritual pero también en lo material; su poder se extiende en asuntos de justicia y gobierno, y domina los ámbitos ideológico, político, económico y social de la época; en sus manos quedan la mayor parte de la educación e importantes ramos de la economía. Por acuerdo real, la Iglesia recibe gran parte del diezmo.
Encomienda
Además de la Iglesia, hubo otras instituciones coloniales que se arraigaron en el XVI y que estuvieron íntimamente ligadas a la evangelización, a la tierra, al trabajo indígena y a la justicia. La primera a considerar es la encomienda, que no implicó propiedad agraria, sino sólo su posesión y el derecho a recibir tributo en especie y/o trabajo de indios, a los cuales los españoles debían adoctrinar. No obstante, la tierra pudo ser poseída a título personal mediante merced real, aunque su extensión debía ser moderada.
Esclavitud
Tras el brusco descenso demográfico de los indígenas y el beneficio legal que obtuvieron éstos de la Corona, se requirió mayor mano de obra; así se introdujo a los negros a la Nueva España en mayor cantidad y éstos fueron traídos como esclavos para sustituir el trabajo forzoso de los indígenas.
Por ende, su llegada a América se significó como una constante entre los siglos XVI y XVII. La política esclavista de la Corona garantizó la tenencia y explotación de negros en beneficio de sus amos; en la concepción social de la época poseerlos era un sinónimo de prestigio.
Propiedad
Los españoles penetraron en las regiones con sus ganados e hicieron nuevos caminos, desviaron el curso de los ríos y explotaron los bosques. Su economía y las relaciones de producción consecuentes de ella modificaron la forma de propiedad territorial y de organización socioeconómica originales.
Para los españoles el concepto de dominio agrario era distinto del de los indígenas: tendía al individualismo y al acaparamiento por su afán de riqueza y poder; en cambio, para los indígenas de regiones densamente pobladas, la tierra era la base esencial de su existencia y trataron de preservar el régimen de propiedad comunal.
El Siglo de las luces
Al siglo XVII se le ha denominado como el “de la integración” y al XVIII como el “de las luces” o “de la ilustración”. Hubo en el primero un descenso de la población indígena, fue cuando la Casa de Habsburgo consolidó su dominio sobre la Nueva España y fortaleció una economía dependiente.
Ya en el siglo XVIII, la colonia tuvo un claro ascenso de la población y de los ramos económicos más trascendentes: la agricultura, la minería y el comercio. Las grandes transformaciones en la Nueva España a efecto de las Reformas Borbónicas acontecieron sin embargo entre 1760 y 1821.