Introducción
Mitología, estudio e interpretación del mito y cuerpo de los mitos de una cultura particular. El mito es un fenómeno cultural complejo que puede ser encarado desde varios puntos de vista. En general, es una narración que describe y retrata en lenguaje simbólico el origen de los elementos y supuestos básicos de una cultura.
La narración mítica cuenta, por ejemplo, cómo comenzó el mundo, cómo fueron creados seres humanos y animales, y cómo se originaron ciertas costumbres, ritos o formas de las actividades humanas. Casi todas las culturas poseen o poseyeron alguna vez mitos y vivieron en relación con ellos.
Los mitos difieren de los cuentos de hadas en que se refieren a un tiempo diferente del tiempo ordinario.
La secuencia del mito es extraordinaria, desarrollada en un tiempo anterior al nacimiento del mundo convencional. Como los mitos se refieren a un tiempo y un lugar extraordinarios, y a dioses y procesos sobrenaturales, han sido considerados usualmente como aspectos de la religión.
Sin embargo, como su naturaleza es totalizadora, el mito puede iluminar muchos aspectos de la vida individual y cultural.
Los soles o edades que han existido
Se refería, se decía que así hubo ya antes cuatro vidas, y que esta era la quinta edad.
Como lo sabían los viejos, en el año 1 – Conejo se cimentó la Tierra y el cielo. Y así lo sabían, que cuando se cimentó la Tierra y el cielo, habían existido ya cuatro clases de hombres, cuatro clases de vidas. Sabían igualmente que cada una de ellas había existido en un Sol (una edad).
Y decían que a los primeros hombres su Dios los hizo, los forjó de ceniza. Esto lo atribuían a Quetzalcóatl, cuyo signo es 7 – Viento, él los hizo, él los inventó. El primer Sol (edad) que fue cimentado, su signo fue 4 – Agua, se llamó Sol de Agua. En él sucedió que todo se lo llevó el agua. Las gentes se convirtieron en peces.
Se cimentó luego el segundo Sol (edad). Su signo era 4 – Tigre. En él sucedió que se oprimió el cielo, el Sol no seguía su camino. Al llegar el Sol al mediodía, luego se hacía de noche y cuando ya se oscurecía, los tigres se comían a las gentes. Y en este Sol vivían los gigantes.
Decían los viejos, que los gigantes así se saludaban: //no se caiga usted//, porque quien se caía, se caía para siempre.
Se cinmentó luego el tercer Sol. Su signo era 4 – Lluvia. Se decía Sol de Lluvia (de fuego). Sucedió que durante él llovió fuego, los que en él vivían se quemaron. Y durante él llovió también arena. Y decían que en él llovieron las piedrezuelas que vemos, que hirvió la piedra tezontle y que entonces se enrojecieron los peñascos.
Su signo era 4 – Viento, se cimentó luego el cuarto Sol. Se decía Sol de Viento. Durante él todo fue llevado por el viento. Todos se volvieron monos. Por los montes se esparcieron, se fueron a vivir los hombres – monos.
El quinto Sol: 4 – Movimiento su signo. Se llama Sol de Movimiento, porque se mueve, sigue su camino.
Y como andan diciendo los viejos, en él habrá movimientos de tierra, habrá hambre y así pereceremos. En el año 13 – Caña, se dice que vino a existir, nació el Sol que ahora existe. Entonces fue cuando iluminó, cuando amaneció, el Sol de Movimiento que ahora existe. 4 – Movimiento es su signo. Es éste el Quinto Sol que se cimentó, en él habrá movimientos de tierra, en él habrá hambres.
La leyenda de teotihuacan
Zona arqueológica de teotihuacán
Fue también el padre Sahagún quien recogió de boca de los mexicas la leyenda que habla sobre la creación del Sol y la Luna, los dioses a quienes están dedicadas las dos magníficas pirámides. Dice así:
Antes de que hubiese día, se reunieron los dioses en Teotihuacan y dijeron, ¿Quién alumbrará el mundo? Un dios rico (Tecuzitecatl), dijo yo tomo el cargo de alumbrar el mundo. ¿Quién será el otro?, y como nadie respondía, se lo ordenaron a otro dios que era pobre y buboso (Nanahuatzin). Después del nombramiento, los dos comenzaron a hacer penitencia y a elevar oraciones. El dios rico ofreció plumas valiosas de un ave que llamaban quetzal, pelotas de oro, piedras preciosas, coral e incienso de copal.
El buboso (que se llamaba Nanauatzin), ofrecía cañas verdes, bolas de heno, espinas de maguey cubiertas con su sangre, y en lugar de copal, ofrecía las postillas de sus bubas. A la media noche se terminó la penitencia y comenzaron los oficios. Los dioses regalaron al dios rico un hermoso plumaje y una chaqueta de lienzo y al dios pobre, una estola de papel.
Después encendieron fuego y ordenaron al dios rico que se metiera dentro. Pero tuvo miedo y se echó para atrás. Lo intentó de nuevo y volvió para atrás, así hasta cuatro veces.
Entonces le tocó el turno a Nanauatzin que cerró los ojos y se metió en el fuego y ardió. Cuando el rico lo vio, le imitó. A continuación entró un águila, que también se quemó (por eso el águila tiene las plumas hoscas, color moreno muy oscuro o negrestinas, color negruzco); después entró un tigre que se chamuscó y quedó manchado de blanco y negro.
Los dioses se sentaron entonces a esperar de qué parte saldría Nanauatzin; miraron hacia Oriente y vieron salir el Sol muy colorado; no le podían mirar y echaba rayos por todas partes. Volvieron a mirar hacia Oriente y vieron salir la Luna.
Al principio los dos dioses resplandecían por igual, pero uno de los presentes arrojó un conejo a la cara del dios rico y de esa manera le disminuyó el resplandor. Todos se quedaron quietos sobre la tierra; después decidieron morir para dar de esa manera la vida al Sol y la Luna.
Fue el Aire quien se encargó de matarlos y a continuación el Viento empezó a soplar y a mover, primero al Sol y más tarde a la Luna. Por eso sale el Sol durante el día y la Luna más tarde, por la noche.
Esta leyenda explica así mismo el origen del nombre Te?tihuác?n ‘lugar donde fueron hechos los dioses’ ya que de acuerdo con la leyenda es ahí donde dos dioses, el sol y la luna, empezaron a ser dioses (náhuatl te?ti ‘ser [un] dios’, te?tia ‘convertir [a alguien] en [un] dios’, te?tihua ‘ser transformado en dios’).
Según la leyenda, sería en Teotihuacán donde los dioses habrían nacido. En este lugar donde el Sol y la Luna se elevaron hacia el cielo, como testimonian las dos pirámides que les consagraron. No es asombroso que todas las civilizaciones de la meseta mexicana dijeran descender de la civilización de Teotihuacán.
El sitio es grandioso y tan imponente que parece realmente haber sido construido por dioses. Pero no sabemos casi nada de los hombres que poblaron esta ciudad en el siglo II de nuestra era. La ciudad contaba con más de 100.000 habitantes en su apogeo. Teotihuacán fue destruida en el siglo VII, sin que se sepan las razones.
La ciudad estaba desprovista de fortificaciones y las pinturas descubiertas no presentan ningún rastro de violencia. Sin embargo, Teotihuacán habría influenciado mucho al área mesoamericana.
Todas las civilizaciones avanzadas de la región incorporaron el estilo Teotihuacán a su arquitectura, como testimonian las representaciones de Quetzalcoatl, la famosa “serpiente emplumada” que se encuentra prácticamente en todos los sitios arqueológicos de México y Guatemala.
El nacimiento de Huitzilopochtli
Huitzilopochtli el colobrí del sur
Huitzilopochtli, en la mitología y la religión azteca, dios de la guerra y del Sol. Según la tradición, condujo a los aztecas durante su larga migración desde Aztlán, su mítica tierra natal, hacia el valle de México. Su nombre, del azteca huitzilin, que significa colibrí, expresa la creencia azteca de que los guerreros muertos renacerán como colibríes. Su madre, la diosa de la tierra Coatlicue, lo concibió después de guardar en su pecho una bola de plumas de colibrí —es decir, el alma de un guerrero caído—, que dejó caer desde el cielo.
Como dios sol, Huitzilopochtli renacía cada mañana del vientre de Coatlicue. También se creía que requería sangre y corazones humanos para alimentarse. Las víctimas de los sacrificios que se le ofrecían incluían prisioneros de guerra y guerreros que hubieran muerto en batalla; después de su muerte y sacrificio, esos guerreros formaban parte del brillo del Sol hasta que, después de cuatro años, se encarnaban permanentemente en cuerpos de colibríes. Huitzilopochtli era el dios más poderoso, más temido y odiado por los enemigos de los aztecas.
Se representaba habitualmente a Huitzilopochtli como un colibrí o como un guerrero cubierto con una armadura de plumas de colibrí. El templo construido en su honor en Tenochtitlan (en el sitio de la actual ciudad de México) fue una obra arquitectónica muy destacada en la América precolombina.