Desde el momento en que apareció la primera célula, todo el universo orgánico ha seguido un proceso de evolución, que es la esencia misma de la vida, este universo vivo. Existe y prevalece por estar en constante evolución, que es definida como un desarrollo por medio del, cual los seres vivos pasan de un estado a otro.
Esta gran diversidad procede de todo sistema reproductivo, de lo vivo que nos muestra una indeterminación y posibilita una reproducción sin repeticiones idénticas, lo que hace más valioso a cada ser vivo, el ser único.
El homo-sapiens pudo implantarse como especie dominante, hace más de un millón de años, porque:
– Comprendió su propia debilidad y considero que en la lucha por la vida, solo podía ganar con la ayuda externa de un complemento no natural que equilibrara sus deficiencias.
– Dispuso de la capacidad creativa necesaria para imaginar los objetos artificiales y de la destreza necesaria para instrumentarlo.
La realización de esta acción coordinada entre su poder mental y su habilidad manual fue estimulando el desarrollo de su intelecto, así como su destreza, sus manos y su mente estaban preparadas para iniciar la creación del nuevo mundo artificial, paralelo y complementario al mundo natural.
Así de esta manera la adaptación de los seres vivos depende de una oportuna mutación, y requiere muchas alternativas, la evolución por adaptación artificial que el hombre implanta provoca un progreso más rápido y seguro.
La clave de la supervivencia ya no depende únicamente de la suerte oportuna de la naturaleza. El hombre es considerado un ser que se ha auto domesticado, dependiendo de formas artificiales extracorporales realizadas por el mismo; esto nos lleva al sentido de que lo domestico se define como un organismo que vive en un medio que fue creado por el hombre, esto hace que el hombre sea el ser más adaptable de todas las especies.
El hombre sabe de su propia fragilidad frente al entorno natural que le acosa, y solo su innata habilidad creativa le permite compensar esta carrera. Los utensilios, las herramientas y en general todas las cosas que rodean y auxilian al hombre, son como una especie de prótesis que ha ido cambiando al compás de su propio desarrollo para suplir sus carencias biológicas. La especie humana se distingue así de las demás especies superiores; en su facultad para modificar sus deficiencias por aditamentos artificiales y para modificar el entorno natural creando un entorno no natural – el ambiente humano – que acomoda el medio a sus necesidades. Lo artificial no es más que una segunda naturaleza que delega en el hombre la misión de reunir ese mundo con el real, que la precisa para vivir.
La incipiente inteligencia del hombre primitivo le indujo a observar el medio en el que vivía a deducir las reglas básicas que lo regían y a imaginar modos de transformarlo para hacerlo visible.
El arte de la vida consiste en una readaptación constante del medio; incluso es posible que esta capacidad de transformar el medio ambiente, sea una actitud para adaptar el entorno mediante recursos artificiales, es posible que esto haya desvirtuado la natural evolución biológica de la especie.
El desarrollo de su capacidad intelectiva ha permitido que sobreviviera esta especie supuestamente no apta. La inteligencia rebela a lo meramente Biológico y no permite al hombre burlar las pautas establecidas hasta entonces.
A fin de discernir la trascendencia de este hacer creativo, las implicaciones que esa vital artificialidad supone para el humano, como son, se comportan y nos implican estos artefactos, que han instrumentado la consolidación de la especie humana y que siguen conformando el material en que se apunta nuestra superficie. Se define al diseñador como el especialista de la forma, que vela por el hombre en el proceso de creación de producto industrial.
La mano invisible que mágicamente acordaba el producto artesanal a su use y manejabilidad, es ahora la mano invisible del diseñador la que ha de representar los intereses y necesidades reales de los hombres frente a una lógica técnica y comercial que trata de imponer sus criterios.
Para aprender también hay que desaprender, que debemos atender a la funcionalidad del objeto pero no tanto que nos haga olvidar su efectiva manejabilidad. Muchos piensan en el diseño como en algún tipo de esfuerzo dedicado a embellecer la apariencia exterior de las cosas. Ciertamente el solo embellecimiento es una parte del diseño, pero el diseñador es mucho más que eso.
Miremos a nuestro alrededor, el diseño no es tan solo adorno. La silla bien diseñada no solo posee una apariencia exterior agradable sino que se mantiene firme sobre el piso y proporciona un confort adecuado a quien se sienta en ella. Además, debe ser segura y bastante duradera, puede ser producida a un buen costo comparativamente económico, puede ser ensamblada y despachada en forma adecuada y desde luego debe cumplir una función específica, sea par a trabajar, para descansar, para comer o para otras actividades.
El diseño es un proceso de creación visual con un propósito . A diferencia de las artes plásticas, que son la realización de los sueños personales de un artista, el diseño cubre necesidades prácticas. Un producto industrial debe cubrirlas necesidades del consumidor.
En pocas palabras, un buen diseño es la mejor expresión de “algo”, ya sea un mensaje o un producto. Para hacerlo fiel y eficazmente el diseñador debe buscar la mejor forma posible para que ese algo sea conformado, fabricado, distribuido, usado y relacionado con su ambiente. Su creación no debe ser sol o estética sino también funcional, mientras refleja o guía el gusto de su época.