La Parusía concepto

El tema de la Parusía es el más trascendental e importante de toda la Sagrada Escritura. A través de toda la Revelación, Dios ha ido anunciando y preparando dos acontecimientos fundamentales para la historia de la salvación: la venida del Mesías y el advenimiento del Reino de Cristo en la tierra.

En el Antiguo Testamento, las dos venidas del Mesías estaban profetizadas conjuntamente, de manera que por momentos no se distinguía la primera de la segunda. Por su parte, en el Nuevo Testamento se anuncia repetidamente la vuelta del Mesías en Poder y Majestad, como Rey y Juez. A este acontecimiento se le conoce como Parusía, que en griego significa “presencia” o “manifestación”, y es el tema esencial del Apocalipsis.

Cuando se habla de la Parusía de ordinario se entiende sin más que nos estamos refiriendo a la Segunda Venida de Cristo, acontecimiento que es dogma de fe; pero aquí a la Parusía hay que darle una connotación mucho más amplia, puesto que no se reduce simplemente a un refulgente y único acontecimiento histórico en el que Jesucristo regresa en medio de las nubes para juzgar a los hombres y dar a cada quien lo suyo e iniciar la vida eterna en el cielo, sino que la Parusía abarca todo un largo tiempo en el que se inaugura a Plenitud el cumplimiento del Plan de Dios para con el género humano, primero en su etapa intrahistórica dentro de la historia con el Reino Milenario de Cristo en la tierra, que va a culminar cuando “Cristo entregue su reino al Padre, una vez habiendo sometido a sus pies a todos sus enemigos”, inaugurando entonces la etapa metahistórica más allá de la historia con la prolongación del Reino de Cristo en el cielo y que no tendrá fin.

Dicho en otras palabras, la Parusía expresa toda una larga época que comprende desde el inicio del llamado Día de la Ira de Yahvé, en la que se manifestará Su Justicia Divina en contra de las naciones en este mundo, hasta el establecimiento de la llamada Jerusalén Celestial, pasando por el castigo de la Gran Babilonia, el Milenio de Paz, en el que se establecerá el Reino de Dios plenamente en la tierra, dando lugar a lo que se conoce como la Nueva Jerusalén ya con la conversión total de los judíos, y también desde luego, la parte final del Milenio en la que habrá una declinación espiritual de tibieza por virtud de la suelta de Satanás hasta el día del Juicio Final.