El conflicto puede tener resultados constructivos o destructivos para las partes involucradas, ya sean personas, grupos u organizaciones. Por tanto, el desafío consiste en administrar el conflicto, de modo que puedan maximizarse los efectos constructivos y minimizar los efectos destructivos.
Resultados constructivos
El conflicto puede proporcionar efectos potencialmente positivos.
El conflicto despierta sentimientos y estimula energías. El conflicto lleva a las personas a estar más atentas, esforzarse más y ser accesibles. Esta estimulación de energías origina curiosidad e interés en descubrir mejores medios de realizar tareas y nuevos enfoques para la solución de problemas.
El conflicto fortalece sentimientos de identidad. Cuando un grupo entra en conflicto se vuelve más unido y mejor identificado con sus objetivos e intereses. La cohesión generalmente aumenta la motivación por el desempeño de la tarea del grupo. Si el grupo “gana”, sus miembros estarán más motivados para trabajar en equipo.
El conflicto despierta la atención ante los problemas. A menudo el conflicto es un medio de llamar la atención hacia los problemas existentes.
El conflicto pone a prueba la balanza del poder. El conflicto puede conducir a la aplicación de recursos (el tiempo gerencial, por ejemplo) para su resolución, ajustando diferencias de poder entre las partes involucradas.
Resultados destructivos
El conflicto se conoce más por sus consecuencias negativas, destructivas e indeseables:
El conflicto desencadena sentimientos de frustración, hostilidad y ansiedad. Como las partes, involucradas ven que sus esfuerzos están bloqueados por las demás, frente a la presión por ganar, la atmósfera creada genera un clima estresante de frustración y hostilidad que puede perjudicar el juicio y la habilidad en el desempeño de tareas, como también afectar el bienestar de las personas implicadas.
El conflicto aumenta la cohesión grupal. Con el aumento de la cohesión aumenta la presión social para que las personas se conformen o se acomoden a los objetivos del grupo o de la parte implicada. Esto disminuye la libertad individual, haciendo que el grupo pierda eficacia en cuanto a su desempeño.
El conflicto desvía energías hacia sí mismo. Gran parte de la energía generada por el conflicto está dirigida y se gasta en sí mismo, en oposición a la energía que podría aplicarse en la realización de un trabajo productivo. De este modo, ganar un conflicto se vuelve un objetivo más importante que trabajar con eficacia.
El conflicto lleva a una parte a bloquear la actividad de otra. Un comportamiento característico del episodio de conflicto entre las partes es el bloqueo de las actividades de la otra parte y la negativa a cooperar con ella. Esto lleva a un atraso en el desempeño del sistema total.
El conflicto se autoalimenta y perjudica las relaciones entre las partes. El conflicto influye en la naturaleza de las interrelaciones existentes entre las partes, perjudicando la comunicación entre ellas y distorsionando sus percepciones y sentimientos. Cada parte, a medida que aumenta el conflicto, tiende a estereotipar y a ver a la otra como “enemiga”, atribuyéndole motivos e intenciones negativas. Con esto se fortalecen las percepciones y los sentimientos de que los objetivos e intereses de la otra parte son incompatibles con los propios y de que no se puede cooperar con la otra parte.