Teoría Keynesiana

John Maynard Keynes (1883-1946), matemático y economista británico, nació en Cambridge, hijo de John Neville Keynes profesor de Lógica y Economía Política en la Universidad local y de Florence Ada. Keynes tenía nexos con personalidades del arte, la ciencia y la industria, logró una firme posición en el campo de las Matemáticas, la Filosofía y la Literatura. Fue director de una importante compañía de seguros, asesor en la Tesorería Británica, miembro de la Junta de Gobierno del Banco de Inglaterra; publicó una revista de economía con reconocimiento internacional y patrocinó obras de teatro.

Con John Maynard Keynes surgió la contraparte del siglo XX a las impresionantes figuras que habían conformado y dado dirección a la ciencia económica en los siglos XVIII y XIX. Aunque su trabajo fue ampliamente discutido, su influencia se sintió rápidamente debido a que ofreció respuestas a las candentes preguntas de su época que la economía convencional había dejado sin contestar. El modelo keynesiano predice que las reducciones de impuestos y el aumento del gasto público provocan un rápido crecimiento del gasto, la producción y el empleo, así como un gran déficit público.

El libro más difundido de Keynes es el titulado “Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero” (1936); ahí presenta un panorama del sistema económico capitalista en periodos cortos, en términos generales, podemos decir que su teoría se caracteriza por:

– Ser una teoría macroeconómica.
– No está de acuerdo con el socialismo de Estado, pero no evita su intervención ocasional como en 1931.
– Su teoría es una refutación del liberalismo (laissez faire), ya que apoya la intervención del Estado en la Economía para impulsar la inversión.
– Su teoría pretende explicar cuáles son los determinantes del volumen del empleo.
– Su teoría del interés está basada en la preferencia de liquidez.
– La demanda efectiva está determinada por la propensión al consumo y el volumen de inversión.
– La inversión depende del tipo de interés y de la eficacia marginal del capital.
– El tipo de interés depende de la cantidad de dinero y la preferencia de liquidez.
– La eficacia marginal del capital depende de las expectativas de beneficio y del costo de reposición de los bienes de capital.
– El empleo depende de la inversión.

En resumen la “Teoría General” argumentaba que el nivel de empleo en la economía moderna estaba determinado por tres factores: la inclinación marginal a consumir (el porcentaje de cualquier incremento en la renta que la gente destina para gasto en bienes y servicios), la eficiencia marginal del capital (dependiente de los incrementos en las tasas de retorno), y la tasa de interés. El argumento clave en el pensamiento de Keynes es que una economía debilitada por la baja demanda (como por ejemplo, en una depresión), donde hay un problema desencadenante (dificultad en conseguir una economía que crezca vigorosamente), entonces el gobierno (más concretamente el sector público) puede incrementar la demanda agregada, incrementando sus gastos (aunque se incurra en déficit público), sin que el sector público incremente la tasa de interés lo suficiente como para minar la eficacia de esta política.

Una de las grandes ataques que sufrió dicha teoría keynesiana, se dio en los años sesenta cuando las administraciones de Kennedy y Johnson adoptaron durante varios años una política fiscal expansiva, apoyada por una política monetaria generalmente expansiva, en concreto se pensaba que las grandes reducciones de los impuestos de 1964 habían sacado a la economía de la recesión y la habían llevado al pleno empleo. La política no funcionó perfectamente, las medidas keynesianas de la época de 1960 redujeron el desempleo de cerca de un 6% en 1963 a sólo 3.5% en 1969.

Sin embargo, al mismo tiempo la inflación que había sido de un 1% solamente en 1963, aumentó gradualmente hasta superar el 5% en 1969. Este aumentó de la inflación resultó ser un efecto secundario duradero y costoso de las políticas de los años sesenta. Es por ello que en la mayoría de las economías, se comenzó a creer que el manejo keynesiano de la demanda era complejo, y que acarreaba sutiles daños en la economía, como deteriorar los beneficios de un presupuesto público equilibrado, así como favorecer la inflación.