La globalización de los medios

El modelo más claro de globalización corporativa de los medios se encarna en Estados Unidos, potencia a la que, si no se pone remedio, muchas otras potencias tomará como modelo de mercado evolutivo.

Estados Unidos pasó a convertirse en cuna de la mayor parte de las empresas y compañías multinacionales culpables de la actual situación oligopólica dentro del mercado de la información.

Los sucesivos cambios tecnológicos y económicos hicieron mella en las economías nacionales y globales de los años 80 y 90 que propició la globalización y comercialización de los medios.

Esto llevó a un considerable aumento del dominio de los medios comerciales sobre los medios del sector público y sobre el sector público en sí.

También los programas de los medios de comunicación públicos no venden tanto ante las audiencias pues, aunque los beneficios de sus contenidos moral, ética y cívicamente son muy altos (ciudadanía mejor informada, un mejor orden democrático, mayor estabilidad social) económicamente no son tan elevados.

De tal forma los efectos externos positivos de los medios públicos se minimizaron para dar mayor prioridad a los negativos (sexo, guerra, violencia) pues “viajan bien de unas culturas a otras” y venden grandes cantidades económicas aunque el impacto inmediato de sus mensajes y los valores implícitos en ellos no sean considerados importantes.

Estados Unidos se considera el modelo evolutivo para el resto del mundo debido a su poder global dominante, su papel de líder organizador en el orden global neoliberal, el hecho de que la dominación del mercado por parte de los medios sea allí más amplia y completa que en cualquier otro lugar del planeta.

Su evolución es fácil de seguir por el resto de occidente siempre que se centralicen absolutamente todos los medios de comunicación, se le dote de prioridad a los fines comerciales en detrimento de otros valores e intereses (sobre todo aquellos que causen controversia, polémica o debate público) dándole prioridad en fin a los anunciantes, que, en definitiva son quienes ponen el capital lo cual los consolida casi como los “dueños” de las cadenas y medios de comunicación.

La finalidad de los medios de comunicación, en manos de los anunciantes y comerciales que sólo enfocan los contenidos de los medios de comunicación en su beneficio, se ha ido pervirtiendo hasta el límite de que guiones, tiempos de antena, secciones, contenidos e incluso los valores a promocionar son decididos o controlados por los anunciantes.

La importancia del consumo y la adquisición cada vez más compulsiva de bienes prima sobre valores tradicionales y éticos como la solidaridad, los valores éticos, culturales o morales.

La clase conservadora (claramente beneficiada también con este tipo de mercadeo de los medios) apoya a estas grandes compañías que albergan a los medios corporativos globales y no tienen problema alguno en atacar al gobierno acusándolo de “intervencionista”, so pretexto de vulnerar la Primera Enmienda, cada vez que los entes públicos se salen del marco tradicional de la cultura de mercado y entretenimiento.

Este tipo de actuaciones provoquen en los ciudadanos un declive considerable del compromiso cívico y la participación de los mismos en la sociedad, además de mermar la atención y los puntos de vista plurales sobre algunas temáticas vitales para la política nacional o internacional del país o, lo que algunos han llamado ya “infotenimiento”.

Fuente: Introducción al Estudio de la Comunicación de la U de Londres