Contenido: Definición de filología. Filología helenística. Época clásica latina. Humanismo. La misión del historiador.
Objetivo: Al finalizar la competencia describirá los fundamentos teóricos de la filología, sin error.
Definición de filología

Filología, ciencia histórica que informa sobre civilizaciones antiguas mediante el estudio de documentos escritos e inscripciones, y que también estudia cualquier documento escrito para establecer su autenticidad, grado de corrección y determinación de su significado.
Los primeros estudios filológicos se remontan a la época helenística, cuando se aplicaron sobre los textos homéricos para determinar su origen y atribución.
En la época latina destaca la obra de Marco Terencio Varrón, cuyos estudios lingüísticos y gramaticales llevaron a una catalogación sistemática de las comedias de Plauto.
Con el renacimiento, este tipo de estudios vivió un periodo de esplendor; ello se debió en parte a la necesidad de devolver en lo posible a los textos clásicos sus cualidades originales, después de las sucesivas transcripciones a las que habían sido sometidos durante el medievo.
Entre las más importantes aportaciones de este periodo cabe resaltar la del humanista italiano Lorenzo Valla.
Filología helenística
En la cultura griega el término filología tuvo varias acepciones, aunque fue ganando terreno aquella que concebía al filólogo como alguien consagrado a la explicación de textos desde todos los puntos de vista posibles, actividad ésta que comenzó siendo una afición noble cultivada con mayor o menor acierto, pero siempre de manera no profesional.

Los primeros filólogos en el sentido moderno fueron los alejandrinos (siglo III a. C.), discípulos de los sofistas,1 cuyo más sobresaliente representante es Aristófanes de Bizancio (siglo III a. C.), fundador de un método que su discípulo Aristarco de Samotracia, director de la Biblioteca de Alejandría, aplicó, más tarde, al estudio de los poemas de Homero.
Estos primeros filólogos desarrollaron, en la Biblioteca de Alejandría, una importante actividad editorial, centrada en la copia de los manuscritos de los más importantes y representativos autores del pasado, cuyos textos se limpiaban de errores y se interpretaban de acuerdo con unas normas determinadas.
En manos de los alejandrinos, la filología se convirtió, así, en un conjunto de conocimientos sistemáticos y ordenados, aunque amplios y poco profundos, puesto que el filólogo debía poseer no sólo conocimientos lingüísticos y literarios, sino también históricos, geográficos, artísticos, retóricos, etc.
Es por eso que se le consideraba la persona ideal tanto para explicar los textos como para reconstruirlos, modernizarlos y restaurarlos.
Así, pues, la filología comienza ocupándose, por una parte, de la lectura correcta de los textos y, por otra, de la fijación, depuración y exégesis de los mismos. Las experiencias adquiridas y los materiales empleados en esta actividad se van recogiendo en léxicos, repertorios, inventarios, etc.
La filología se convierte, así, en época alejandrina, en una disciplina de carácter enciclopédico que abarca enseñanzas de gramática, retórica, historia, epigrafía, numismática, bibliografía, métrica, etc. los filólogos así formados son, por antonomasia, hombres cultos que reúnen, aunque sea de manera superficial, los saberes de su época.
Época clásica latina

Roma asimiló los métodos de los cesarianos y continuó la labor emprendida por éstos; fue el caso de Varrón (siglo I a. C.), por ejemplo.
En época imperial proliferan los que estudian, critican y comentan las obras maestras de la cultura latina, llamándose a sí mismos filólogos o gramáticos, voz que irá suplantando a la primera hasta hacerla desaparecer.
En efecto, el término filología se utilizará poco en el Bajo Imperio, coincidiendo con la decadencia de los estudios de este tipo, que llegan a desaparecer casi por completo a partir de este momento y durante toda la Edad Media.
A pesar de ello, aún pueden destacarse las figuras del latino Servio Macrobio (siglo IV) y, mucho más tarde, el bizantino Focio (siglo IX); también puede destacarse la edición de las Suidas (siglo X) bizantinas siguiendo métodos alejandrinos.
Humanismo
Con la llegada del Renacimiento y, sobre todo, del Humanismo, la actividad filológica renace con nuevo vigor, espoleada, sobre todo, por la aparición de la imprenta y la edición de textos clásicos en este nuevo medio.
Así, durante el siglo XV, italianos como Aldo Manuzio o Angelo Poliziano se dedican al estudio de los clásicos, cuyo estilo imitan y cuyos textos editan. En el siglo XVI puede destacarse a Jules César Scaliger o Henri Estienne, quienes realizan ediciones críticas de textos clásicos, señalando las distintas variantes críticas, o al holandés Erasmo de Rotterdam, entre otros.
Filología del siglo XIX y XX
En el siglo XIX, el término filología se solía referir únicamente al estudio de la lingüística. En el siglo XX la filología se ha aplicado a la literatura, la historia de la lingüística y las demás áreas de estudio que llevan a reconstruir los textos de manuscritos mutilados o incompletos y los de las inscripciones.
La filología moderna puede reconstruir el texto perdido de un original, cuando compara las posibles variantes que aparecen escritas en las diversas copias existentes.
Además, la filología interpreta los textos, que proporcionan información sobre la historia y la cultura, así como sobre la lengua y la literatura. En España existe una importante escuela de filología que tuvo por fundador a Ramón Menéndez Pidal.
La misión del historiador
En la actualidad y dentro de lo que generalmente denominamos ciencias auxiliares de la Historia (y más concretamente de la Antigua) se suele incluir la Filología como ciencia de carácter instrumental.
A grandes rasgos su actividad se centra en la consulta original y en el conocimiento, comprensión y análisis interno de las fuentes documentales escritas, así como en su posterior valoración, datación, descripción de su contenido, crítica, fijación del texto, traducción y , en su caso, publicación con aparato crítico.
En consecuencia, el filólogo, tanto el orientalista como el clásico, realiza historia y se incluye en ella en ese sentido. Existe también un análisis externo, consistente en la restauración, conservación y transmisión del soporte material del texto escrito.

Sus objetivos básicos, en palabras del ya mencionado P. Quetglas[37], son:
a) intentar conseguir el texto original.
b) comprensión y objetiva aclaración del texto, así como la aclaración de su contenido histórico.
c) comprensión y/o explicación de la lengua del texto.
En cuanto al objetivo de la Filología relativo a la «edición crítica», expondremos brevemente el objetivo lógico a seguir para su consecución.
En primer lugar, el análisis filológico habrá de adecuarse a la categoría del texto estudiado. Desde el punto de vista de la filología greco-latina, es frecuente distinguir entre textos de carácter historiográfico y textos en los que éste se halla ausente; asimismo, estos textos pueden dividirse en textos que presentan algún tipo de intencionalidad creativa y documentos que son el resultado natural de la actividad humana.
Entre los primeros, es corriente su conocimiento a través de la denominada «tradición textual» -lo que también es cierto, no lo olvidemos, para los textos del Próximo Oriente Antiguo-. Esta puede ser directa -para el caso de que su transmisión haya sido el resultado de sucesivas copias-, o indirecta -si el documento es conocido por medio de la cita de otro autor-.
En el caso de que se trate de un texto de este tipo, el filólogo deberá aplicar una «crítica textual» con el objeto de reconvertirlo a un estado lo más cercano posible al primer original; este tipo de crítica comprenderá:
a) la recopilación de todos los materiales en los que se haya transmitido el texto que se quiere editar y su contrastación.
b) la representación gráfica de las relaciones que se desprenden de estos materiales.
c) la fijación del texto.
Fuentes: Enciclopedia encarta / Wikipedia.org / um.es